Pronto sería el atardecer.
El cielo comenzaba a pintarse de colores, desde el lila hasta el bermellón, mientras que las nubes se volvían amantes del rosa. Como en uno de esos cuadros de antaño, donde las pinceladas eran precisas y experimentadas, donde ya se conocía el lienzo.
Taehyung estaba exhausto, pues se había levantado desde mucho antes del amanecer, tratando de que no faltara nada para cuando el gran evento diera comienzo.
La emoción por la vendimia podía sentirse en cada rincón del viñedo. Los invitados habían llegado y ya estaban comenzado a disfrutar de los aperitivos, antes de que él tuviera que pasar al micrófono para dar su tradicional discurso anual.
Taehyung veía todo desde una de las ventanas del hanok, oculto entre la lejanía y la penumbra. Sus manos sudaban y humedecían el papel que contenía lo que debería de decir en el micrófono.
Estaba vestido con un impecable traje blanco de tres piezas, un pañuelo rojo oscuro sobresalía en el bolsillo de su saco y un pequeñísimo ramillete de nubes estaba incrustado torpemente en su cabello. Había sido un tierno presente de Yeonjun, que le había otorgado unos minutos atrás. Claro que aquello fue justo antes de que ensuciara su pequeña camisa blanca y su padre alfa tuviera que retirarse con él en brazos para hacerle un cambio de vestuario de emergencia.
Los invitados también vestían de blanco y el uniforme de los meseros era del mismo color. Por si fuera poco, en las mesas, sillas y abundantes flores se podía hallar también. Los anfitriones eran reconocidos por un detalle rojo aleatorio en sus prendas. Este año, habían optado por comprometerse con el concepto.
Miró la hora en su celular, y casi se le cae el corazón cuando se dio cuenta de que solo le quedaba apenas un cuarto de hora para el gran momento.
Respiró profundamente tratando de mitigar sus nervios, sin éxito. Así que se sentó sobre un reposapiés cercano e intentó distraerse. Se concentró en el murmullo de cientos de personas charlando animadamente, el tintineante chocar de las copas de cristal, las ligeras notas de la música de fondo...
Nop, seguía igual de nervioso.
Respiró una vez más. Y entonces recibió unas oportunas ondas de tranquilidad. La marca en su cuello hizo cosquillas. Seguro que sus emociones se habían filtrado por medio del vínculo.
Recordó el día anterior, cuando su alfa y él cabalgaron a través de los extensos y fértiles terrenos del viñedo, cuando pasearon por los cristalinos riachuelos y cuando las pezuñas de sus caballos se hundieron en el lodo seco después de tres días sin lluvia.
Había sido un buen día. Aunque sabía que el alfa tan solo estaba tratando de aminorar los nervios que, sospechaba, su pareja tendría al día siguiente.
— ¡Papi! — Yeonjun llegó corriendo directo a sus brazos, vestido con un nuevo trajecito blanco, y con la pajarilla de su cuello desajustada. Taehyung lo tomó en sus brazos, feliz de tener a su cachorro cerca. — Ya etoy lito. — Balbuceó, con tierna voz suave.
— ¿Dónde está papá? — Indagó cuando no lo vio entrar detrás del cachorro. Con su mano disponible, comenzó a revolver en el cuello del pequeño, tratando de enderezar la pajarilla que tendía a voltearse en un perfecta diagonal.
— Mmm, no sé. — Yeonjun se expresó junto a un encogimiento de hombros y un adorable puchero. Sus labiecitos se fruncían de una forma tan similar a su padre, que Taehyung sentía a su corazón latir con adoración cada vez que lo veía. — Dijo que te iba a espetar afueda.
Taehyung asintió conforme. Comenzó a caminar, moviéndose junto a su cachorro. La realidad era cierta e inevitable: ya era hora de salir. El anfitrión no podía tomarse más tiempo a solas. Así que salió de la casa, y caminó, tan tranquilamente como pudo, hacia la enorme carpa que se alzaba a unos metros de ellos.
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Vendimia || KookV
Fanfiction| Finalizada | Jeon Jungkook, acostumbrado a una vida sin conocer el cansancio y el esfuerzo, creció en el seno de una familia poderosa que le proporcionaba todo lo necesario para alcanzar sus metas. Como próximo líder de una de las cadenas de resta...