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You're face to face

With the man who sold the world


No puedo comenzar a hablar de esta historia sin primero hablar de todo lo que me llevó hasta él. Y por extraño que pueda sonar, papá fue esa razón. Meses más tarde me enteré de que él también tenía una historia complicada con su papá, pero ¿quién no?

La última vez que había visto al mío, yo tenía seis años. Y fue en una situación muy similar. Recuerdo haber ido al aeropuerto sin entender mucho de lo que estaba pasando. Me subí al auto porque vería aviones, y estaba muy obsesionado con los aviones en ese momento. Supongo que esa fue una obsesión que se marchó cuando papá tomó un avión del que jamás regresó.

En ese momento no sabía que mamá y papá se estaban divorciando.

Y así había pasado una década sin su presencia. Honestamente, no tenía en mi cabeza una imagen del hombre más allá de las fotografías que había visto en viejos álbumes familiares. Papá jamás había hecho un esfuerzo por mantenerse en contacto conmigo. Jamás pidió una visita, jamás realizó una llamada. Casi ya ni recordaba su voz, ni quién era.

Sabía que él vivía en Houston, donde nací. Allá había formado su compañía antes de que yo naciera, una pequeña empresa familiar dedicada a la venta de jugos envasados, la cual había crecido de forma estúpida en pocos años y alcanzado un nivel mundial dentro del mercado occidental. Según supe más tarde, fue el éxito de la estúpida compañía lo que terminó causando el divorcio.

Lo más cercano que tenía a mi padre era el jugo de naranja que tomaba todas las mañanas... Al menos era delicioso.

La existencia con papá era otro borrón en mi vida, y esta vez estaba seguro de que cualquier cosa que recordara de él sería muy distinta. Pero no importó cuánto me preparé mentalmente para conocer a mi padre, nada de lo que estaba cruzando por mi mente se acercaba a la realidad del hombre que me esperaba en Texas.

Cuando bajé del avión, puse de inmediato la tarjeta SIM que me había enviado papá. Esperaba que me llegara un mensaje con indicaciones de qué hacer, quizá con su ropa del día para poder reconocer quién diablos era, o una dirección desde la cual tomar un Uber.

Esperaba cualquier cosa, menos el mensaje que recibí:

"Joven Marcus Holly, le habla Karen Brown, la asistente personal del Sr. Richard Holly. Bienvenido a Texas. Afuera le espera su transporte. Le estamos esperando en casa".

¿Qué mier-?

—¿Es esa tu maleta?— interrumpió la azafata. Como "menor sin compañía" la pobre estaba obligada a seguirme por el aeropuerto.

Aun confundido, guardé mi celular y asentí con la cabeza. La azafata tomó mi equipaje y me acompañó el resto del camino.

Apenas salí por las puertas del aeropuerto, vi a una mujer rubia, regordeta, con unos lentes grandes, vestida de punta en blanco. En sus manos llevaba un cartel que rezaba "Sr. Marcus Holly", y a su lado había un hombre de no más de 18 años, vestido en traje y con boina de servicio de chofer. Ambos parados al lado de un Mercedes Benz GLA negro, un modelo SUV de valores estratosféricos que solo había visto en películas.

Miré a todos lados, aún más confundido, y volví a consultar el mensaje de texto antes de reacciones, pero la azafata me adelantó.

—¿Marcus Holly?— consultó ella a la mujer con el cartel.

Estaba seguro de que me entregaría a la primera persona que me aceptara. Ella solo quería irse a su casa.

—Sí— contestó el chofer, y le arrebató la maleta de sus manos.

La azafata se quedó esperando con una mano extendida. Busqué en mis bolsillos por un dólar, pero antes de que pudiera hacer nada, volvió el chofer con un billete de cien dólares en su mano y se lo entregó a la azafata.

—Gracias por sus servicios.

Y así de fácil, la azafata desapareció de mi vista.

¿QUÉ MIERD-

—Señor Marcus, soy Angelina, la asistente social estadounidense a cargo de su caso. Bienvenido a la ciudad de Houston, Texas de los Estados Unidos de América. ¿Cómo estuvo el viaje?

Le miré incrédulo, aun sin entender que, aparentemente, quien era mi chofer le había entregado cien verdes a la azafata solo por traerme frente a ellos... COMO SI NADA.

—Me imagino que se encuentra muy cansado— se contestó a sí misma Angelina, antes de que pudiera decir algo. —El Sr. Richard se encuentra esperándonos en la Hacienda Holly, por favor tome asiento, lo acompañaré hasta dejarlo en manos de su padre.

—Yo...

—Llegaremos en un momento. Por favor, suba al auto— repitió, abriendo esta vez la puerta y esperando a que tome asiento.

Angelina me dio un empujón desde el hombro, que finalmente me llevó a reaccionar y entrar al auto. La puerta se cerró y antes de que siquiera pudiera pestañear, ya estábamos en camino.

¿Dijo "Hacienda" Holly?


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NOTA DE LA AUTORA:

¡Hola! Si llegaste hasta aquí te agradezco en el alma por darle una oportunidad a esta historia. Me encantaría conocer qué piensas, deja tu comentario abajo :)

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Ahora sí, me voy a seguir editando. Espero que la disfrutes tanto como yo la disfruté escribiendo.

Ja Vinci.

Todo el mundo contra Marcus Holly #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora