And on my deathbed I will pray
To the gods and the angels
Like a pagan to anyone
Who will take me to heaven
Al abrir los ojos, la figura borrosa de Bryan tomó forma a mi lado. Quise levantarme, pero mi cabeza giraba como un carrusel descontrolado, un eco punzante del mal viaje en aquella reunión de católicos que ahora parecía un paraíso.
Según me contó Bryan más tarde, pasé doce horas roncando. Bryan me llevó hasta su hogar, y me cuidó durante todo ese tiempo para que no me ahogara en mi propio vómito. La culpa me pesaba más que mi cabeza; le había cargado mi tormenta, como si todo con lo que él lidiaba a diario no fuera suficiente.
De lo siguiente que fui consciente fue del canto de los pájaros, seguido del llanto de Sophie, la hija de Bryan.
—Joder...— susurré, dándome vuelta en las cobijas. Estaba en una improvisada cama en el sillón de su sala de estar.
Bryan se levantó de la silla a mi lado y se apresuró a ir en búsqueda de su hija, que lloraba en otro cuarto.
—Lenguaje, Marc.
—Lo siento—. Me disculpé con un susurro, sintiendo el martilleo en mi cabeza que amenazaba con romper cualquier barrera que mantuviera a raya la inminente migraña.
Escuché los pasos de Bryan acercarse a mí, y me asomé entre las cobijas para verlo regresar a la sala de estar, esta vez con su niña en brazos.
Sophie era un bebé adorable. Tenía unos rizos negros muy pequeñitos, que apuntaban a todas partes de su cabeza, y unos ojos almendrados con los que inspeccionaba todo con curiosidad... como al drogado adolescente que estaba usando su sillón como cama.
—Hola, Sophie— dije, y cada sílaba se sintió como una aguja en mi cerebro.
Reteniendo un quejido, opté por el silencio, no quería soltar otra maldición frente a Bryan.
—Di hola, Sophie— animó él, meciendo a su bebé en brazos.
Pero ella parecía estar en otro universo. Bryan le dio un rápido beso en la mejilla antes de acomodarla en su sillita de comer.
—Pues parece que hoy debo darle de comer a dos bebés— bromeó, señalando la evidente ironía de la situación.
Me levanté del sillón haciendo mi mejor esfuerzo por mantener mis sesos dentro de mi cabeza. Con cada movimiento, mi cuerpo me recordaba la noche anterior; el concierto salvaje, el sabor amargo de las malas decisiones y las consecuencias del descontrol.
—No te preocupes por mí, Bryan...— susurré en un respiro, tratando de manejar el dolor en mi cuerpo.
—En un día debo llevarte a tu casa y pretender que nada de esto pasó, y ciertamente no puedo entregarle a mi jefe el estropajo de persona que eres ahora. Así que puedes venir a comer, darte una ducha, o dormir un poco. Pero debes revivir, Marc.
Me quedé en silencio, mientras sus palabras se acomodaban en mi cabeza. Debía mejorar, no solo por mi bien. Bryan tenía sus propias tormentas, y a pesar de ello decidió cuidar de mí. Aún cuando su mejor jugada era simplemente dejarme en evidencia ante el viejo. No podía permitir que me consumiera la resaca.
Mientras las horas pasaban, me convencí de que era mejor no saber qué me había dado Bill la noche anterior, o me golpearía un mal viaje solo del susto. El chico consumía un montón de basura, y de seguro creyó que era muy divertido darme más que solamente molly.
Por más que intenté ocultar el sudor en mi frente y los escalofríos en mi espalda; no pude detener el ciclo de náuseas y arrepentimientos que me asfixiaba. Quedé atrapado en una batalla con el inodoro de Bryan. Cada vómito era un acto de purga, un intento desesperado de borrar las malas decisiones que había tomado. Quería sentirme bien. Quería volver el tiempo atrás. Quería ser capaz de levantarme del frío suelo, y tratar, por una vez, de ser alguien mejor.
Las últimas noches de excesos me visitaban cómo los fantasmas de las navidades pasadas. Revivía el recuerdo, y me avergonzaba de mí mismo por lo estúpido que fui. Jamás debí irme junto a Charles. Jamás debí vender drogas. Y jamás debí confiar en Ben. Si no hubiese sido tan ciego con él, de seguro no estaría en este aprieto.
Unos golpes histéricos del otro lado de la puerta me arrojaron de vuelta al baño de Bryan. Me obligué a levantar la vista del retrete.
—Ya voy...— intenté decir, pero mi cuerpo me traicionaba, cada intento de levantarme resultaba en una nueva ola de náuseas.
—¡Marc! ¿Estás bien?
Quise responderle, pero en realidad no podía decir nada sin vomitar. Los párpados me pesaban, y un silbido comenzó a taladrar mis oídos. Mi cuerpo se sentía cada vez más ligero, como por esos segundos que estás en el aire tras un salto muy largo.
La sensación era agradable. Porque aunque cada vez tenía menos control en mi cuerpo, eso se traducía en que tampoco podía sentirlo. La oscuridad me llamaba, tentadora y dulce, ofreciendo un escape del dolor que me asfixiaba, del peso en mi pecho, de la presión de mis sentimientos por Ben que no podía liberar.
—¡Marc!— Bryan entró a la fuerza, corrió al lavamanos y mojó mi cara, tratando de traerme de vuelta.
Pude sentir el frío de la baldosa otra vez, y mi piel se erizó ante su contacto. La sensación fue tan repentina, que volví a vomitar.
—Es todo. Debo llevarte a un hospital.
—No...Rick...
—¡Joder, Marc! ¡No voy a dejar que te mueras! Ya inventaré una mentira que decirle a tu padre, pero no te voy a dejar aquí.
Y yo solo quería llorar. Quería quedarme allí, y volver a perder la consciencia en su baño. No quería sentir nada de lo que estaba viviendo. Ni el dolor, ni la culpa, ni la humillación.
—¡Mierda, Marc! ¡Me importas! ¿Lo entiendes? No me hagas esto— Bryan intentó tomarme. Su voz era un grito desesperado. —¡Ayúdame, carajo! Quiero que estés bien.
Quería responder, quería decirle que se detuviera, que todo pasaría. Pero la fuerza me abandonó, y la oscuridad me envolvió, llevándome lejos de la realidad, lejos de la preocupación en los ojos de Bryan, lejos de todo. Y en ese vacío, finalmente, no sentí nada.
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Todo el mundo contra Marcus Holly #PGP2024
Teen FictionSé que has hecho algo estúpido alguna vez. Como enamorarte de quien no debías, o confiar en las personas equivocadas... o irte del país porque te grabaron haciendo un oral. ESPERA ¿QUÉ? "Todo el mundo contra Marcus Holly" es exactamente lo que cree...