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Me quedé en el salón de la casa de descanso del club, escondido en un pequeño sofá del resto de jugadores. A mi alrededor, susurraban el nombre de Ben con admiración, como si se tratara de una leyenda en vida. En cuanto miré con detención el cuarto, averigüé pronto el porqué la presencia de él provocaba tanto drama en el resto del Club.

Entre varias fotografías de los "Miembros de Honor del Club de Golf", se lucía un retrato sonriente del chico de ojos azules.

—Tricampeón del Grand Slam Juvenil de Texas...

«¿Hay algo que a Ben le salga a medias?».

No solo tenía que jugar contra el chico que me destrozó el corazón, sino que también resultaba que era el puto tricampeón del golf. Qué forma de reírse en mi cara tenía el destino.

—Marc— escuché la puerta abrirse y mi corazón saltó por un segundo, pero reconocí la voz de papá y toda emoción me abandonó. —Estamos listos.

Asentí en silencio y me acerqué a él. Me guío hasta un carro de golf conducido por un caddie y pronto estuvimos en marcha.

—El juego comenzará dentro de poco...— dijo papá, aunque realmente no me importaba en absoluto. En mi cabeza solo pensaba dónde podría esconderme de Ben de forma casual. Quizá podría pedir ir al baño, o fingir ir a comprar algo a la casa club. —... Conseguí que quedaras en el grupo de los Kingsman. Necesito que te comportes, y no te quedes atrás.

Qué mala suerte la mía.

El carrito de golf se estacionó lentamente y mi corazón palpitó con fuerza. Allí ya estaban los otros tres jugadores, entre ellos...

...Ben.

Él sonrió a sus interlocutores, y me miró de reojo. Su sonrisa se ensanchó, al tiempo que bajaba la vista. Claro, estaba seguro de que mi presencia le divertía.

Benjamin había desarrollado un hábito de disfrutar mi sufrimiento.

—Vamos, Marc.

Papá se bajó del carro y pronto el caddie le siguió en silencio. Me acerqué al pobre chico y le ayudé a cargar una de las dos bolsas. Aceleré el paso para acercarme al encuentro con el grupo de golf. Rick ya había comenzado a dar un apretón de manos cuando me vio correr con el bolso de golf en mano.

—Marc, entrégaselo al caddie— dijo en un murmullo.

«Ay por Dios». Sabía que era inútil pelear con Rick por esta estupidez, pero el pobre caddie iba a penas con el gran bolso de él como para además obligarlo a cargar el mío.

—Está bien, papá. Puedo llevarlo.

Papá me miró horrorizado, como si hubiese dicho que me había cagado en los pantalones. Estuve a punto de rodear los ojos, cuando una melodiosa voz habló:

—A mí también me gusta cuidar de mi equipo.

Benjamin se acercó trotando a interrumpirnos, con la autoridad que lo caracterizaba al hablar con desconocidos. Atrás quedó el chico romántico que pedía con gemidos que no le soltara nunca. Me tocaba enfrentar el frío trato de los negocios.

—Perdón por la interrupción. Soy Benjamin II Kingsman— dijo, antes de extender su mano hacia mí, confirmando que para él yo era como cualquier otro extraño.

Ni siquiera hizo el esfuerzo de evitarme. Claro que le alegraba verme. Él sabía cuánto me había hecho sufrir, y cómo me torturaba con su sola presencia.

—Nos conocemos— respondí seco, tratando de mantener la calma tras tomar la mano de Ben.

—Cierto. Eres el chico de la beneficencia, a quien le compré las entradas ayer—fingió él, sonriendo esta vez a papá. —Espero que no te olvides de ese favor, ¿eh?

Benjamin tenía una forma muy particular de dominar la situación y usar su falsa careta para engañar a la gente. No es como que fuera de mi conveniencia que se enteraran de nuestra extraña relación, pero quería que se sintiera incómodo. Quería verlo sufrir, y terminé yo acorralado en mi propia trampa.

Sentí el agujero en mi pecho desgarrarse ante la indiferencia de Benjamin.

—Richard Holly, no habíamos tenido el placer de conocernos— continuó papá, dando un apretón a Ben. —Aprovecho de darle mi más sentido pésame por su delicada pérdida. Gracias por estar aquí hoy.

Benjamin le indicó el camino a papá con una sonrisa, y le escoltó unos metros más allá, donde estaba el resto de los jugadores y su equipo. Les seguí en un sepulcral silencio. Papá me presentó frente al grupo, y aunque intenté quitar a Benjamin de mi cabeza, me fue imposible. Literalmente estaba frente a mí, fingiendo que nada había pasado entre nosotros.

—Es un gusto contar contigo— dijo William, el padre de Ben, tras saludarme. —Pero estoy seguro de que no serás rival para Ben.

Y abrazó a Benjamin por los hombros, meciéndose con orgullo.

—Difícilmente creo que sea un rival— confesé, mordiendo mi lengua para no hablar más de la cuenta. —Esta es la primera vez que juego golf.

Parecía que había dicho que tenía una enfermedad mortal. Todo el grupo me miró mortificado.

«Joder... La he cagado».

—En verdad, venía con la esperanza de que Marc pudiera conocer un poco del deporte y practicar— excusó rápidamente mi padre.

William comenzó a reír, desatando una tímida risa en el grupo.

—Entonces estás de suerte, Marcus— volvió a abrazar a Ben con orgullo. —Tendrás un increíble profesor. Solo no seas tan duro con él, Ben. Es su "primera vez".

El grupo volvió a reír.

En otro momento esa broma me habría hecho sonrojar, pero cuando la escuché, quise explotar y salpicar a todos con mi sangre.

Si tan solo William supiera lo que estuve a punto de hacerle a Ben, de seguro no se reiría así. Me tomó toda la fuerza de voluntad en mi cuerpo, no gritarle a su cara lo que el cobarde de su hijo me quiso hacer en el armario. O confesarle cuántas veces lo había manoseado y él se desvanecía en placer.

Podía escuchar mis dientes chirriar de la rabia.

Tras intercambiar un par más de estúpidas cortesías, William y Benjamin se alejaron junto a su séquito, como si en ese grupo estuvieran protegiendo a la Reina de Inglaterra. Los otros dos jugadores no tardaron en correr detrás del equipo de Ben, cuáles perros falderos.

—Marc, necesito que hagas esto bien ¿Puedes hacerlo?

Volteé rápidamente a ver a Rick.

—Pá...

—Padre— me corrigió.

Cerré los ojos para evitar mirarlo con hastío. Respiré hondo y lo volví a intentar.

—Padre—y fingí una sonrisa. —En mi vida he tomado un palo de golf. Es imposible que le gane a... él.

Decir su nombre me dolía.

—No tienes que ganarle. Solo tienes que evitar dejarnos en vergüenza ¿Es mucho pedir?

En cualquier otro momento me habría ofendido, pero esta vez en particular era muy cierto. Incluso yo temía de estar allí, haciendo mi mejor esfuerzo por mantener la compostura, y de pronto ser traicionado por mi lengua insidiosa. O quedarme por unos largos segundos perdidos en los recuerdos que compartí con Ben, y con eso quedar en evidencia ante todos. Porque a pesar de que era un secreto compartido, estaba muy seguro de que esta vez lo enfrentaba solo. Benjamin había demostrado con cuánta facilidad podía ignorarme y fingir que nunca cruzamos palabras, mientras que a mí me revolvía el estómago solo compartir el espacio junto a él.

Estaba tan asustado ante la posibilidad de cagarla, que jamás imaginé que alguien más podía ser quien lo arruinara todo.

Todo el mundo contra Marcus Holly #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora