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And now my bitter hands

Cradle broken glass

Of what was everything


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Me acomodé la gorra, en un intento de construir un refugio contra el mundo exterior. Lo que menos quería en ese momento era existir allí, pero ya no tenía remedio.

Ben había terminado conmigo de la forma más insípida que podía haber imaginado. Como si fuese una tirita sobre una herida, me arrancó de su vida para arrojarme a la basura. Y me sentía como un idiota por haberle confiado con tanta inocencia mi corazón.

«Solo somos amigos» sus palabras se repetían en mi cabeza como un mantra, tratando de borrar de mi memoria su voz, susurrando que me amaba.

En ese momento le miré incrédulo. Habían pasado apenas unos minutos desde que lo tuve acorralándome contra la pared, rogando que no lo dejara. Y de pronto cortó todo. Le tomó solo unos segundos darse cuenta de que yo no era nada más que un estorbo en su vida y que lo mejor era dejar todo allí. No vernos nunca más.

La sangre de todo mi cuerpo se heló en mis venas de la sorpresa. Ben había conocido las peores caras de mi vida, y perdonado y amado cada una de ellas. Pero vender drogas junto a Charles fue lo que terminó de rebasar el vaso. O al menos eso entendí, porque no hubo nada que le pudiera decir. Ni tampoco le pedí más explicaciones. Solo sostuve mi vista, atónito, mientras él tomaba su bolso, murmuraba una breve disculpa y se marchaba del baño camino a clases.

Me dejó allí, con el corazón partido sangrando sobre el frío azulejo.

Me abandonó, y esta vez en plan real.

El impacto fue tan fuerte que ni siquiera pude llorar. Realmente no lo pude asimilar. Fue como si un día despertara en mi cama y dijera "Ah, vale. Era un sueño". Tan efímero, onírico e irreal como las imágenes que se proyectaban en mi cabeza cada noche al dormir.

Sabía que tanta maravilla no podía ser real. Claro que me maldije por haber sido tan idiota y dejarme soñar. Había bajado mi guardia, y ahí tenía la consecuencia: mi corazón destrozado en aún más pedazos, siquiera aquello era posible.

El consuelo era que pronto se convertiría en polvo, y al menos así ya nadie podría hacerme daño otra vez.

Tras que Ben rompiera conmigo, actúe en piloto automático. Fui a mi clase, luego a casa, y a la reunión de católicos en redención. No hubo lágrimas. No hubo gritos desesperados. Ni intentos patéticos de convencerlo de que estaba cometiendo un error. Guardé los trozos de mi corazón en una bolsa hermética, y seguí, como si nada hubiera pasado.

Eso no quitaba que cada vez que le veía en el pasillo sentía a mi corazón saltarse un latido. Pero no porque estuviera embobado y caliente. Cada vez que le veía sentía pánico. Pánico de que se acercara, me pidiera disculpas y yo corriera una vez más a sus brazos, como el idiota que había demostrado ser hasta entonces.

Porque a pesar de que me había pisoteado, sabía que si él me lo pedía, yo volvería corriendo a su lado.

Porque por Ben, felizmente siempre sería el idiota más grande el universo. Por eso mi mejor opción era simplemente evitarlo.

Fuera de mi vista. Fuera de mi cabeza.

Así que sí, hice todo lo que tenía en mi poder para llenar al máximo mi horario, y evitar encontrarme con él en clases, o en los pasillos, o en cualquier parte en realidad.

Todo el mundo contra Marcus Holly #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora