Go to the valley, climb the hill
Whatever it takes darling, you know I will
Entre mis dedos yacía el papel de Benjamin, aun sin abrir. Solo escuchaba el tic, tac que emitía a cada segundo, como un eterno recuerdo de que no podía escapar a su mensaje. Tarde o temprano lo tendría que mirar.
El porro que fumé aquella tarde no logró calmar la tormenta en mi corazón. Diría que ni siquiera me hizo efecto, y por un sólido minuto consideré la idea de ir con Charles a pedirle algo más fuerte. Quizás esa combinación que me dio Bill la noche en que todo se fue al carajo. O esa maravillosa dosis de fentanilo que tanto resguardaba para sus clientes especiales.
Suspiré y restregué mi cara. Quería aliviar mi mente, y sin importar cuánto hiciera o cuánto lo intentara, no podía encontrar la paz que me permitiera botar el papel de Benjamin, o el coraje para abrirlo y leer el mensaje.
Ya tenía suficientes problemas en mi plato. Apenas podía dimensionar lo que significaba que el viejo estuviera en bancarrota, y necesitaba con urgencia idear un plan que me permitiera volver a Londres. Me había prometido ser más listo, y sabía que necesitaba concentrar todas mis energías en sacarle el mejor provecho a la situación. Entonces, ¿por qué mi cerebro prefería pensar en el mensaje de Ben con tanta insistencia?
La duda de qué podía necesitar Benjamin de mí, me acechaba como un buitre. Dispuesto a alimentarse de los restos de mi amor por él, acosaba mis pensamientos, trayendo una y otra vez su imagen a mi cabeza.
Y como si eso no fuera suficiente, el amargo sabor que me dejó la charla de Benjamin con Rick se repetía en mi boca. Y sentirme al fondo de la cadena alimenticia de unos voraces tiburones no me permitía descansar del tema.
¿Quién era realmente Benjamin? ¿En qué diablos me había metido cuando me enamoré de él?
Había comido todas mis uñas y ya estaba destrozando mi piel cuando, en la oscuridad de la noche, me levanté de la cama.
Necesitaba encontrar respuestas.
Me escabullí hacia la oficina de Rick, afortunadamente sin encontrar a nadie en el camino. El acceso al único ordenador con internet en la hacienda fue fácil, y la contraseña era predeciblemente obvia: "USA123".
¿Cómo este hombre se las ingenió para ganar millones?
Una vez frente a la pantalla de inicio, abrí el navegador en modo incógnito.
En primer lugar, lo que Ben dijo era cierto: haberle prestado dinero a la empresa de papá sería un suicidio. Las acciones se estaban desplomando, pero no pude entender por qué. Y no solo porque no sé ni un carajo del mercado. Algunas páginas especulaban lavado de activos, y otros acusaban a papá de comunista, lo cual era graciosísimo.
Rick dormía con una pistola en la almohada y tenía el cuello quemado por el tiempo que trabajó en agricultura. Era literalmente un cuello rojo.
Lo segundo que encontré fue sobre Ben. No me mintió del porqué desapareció por cinco días: su abuelo sí había fallecido. Los tributos a Benjamin I Kingsman inundaban las páginas de economía, el viejo de quien había heredado el nombre y la gran fortuna. El anciano había establecido la fortuna de los Kingsman, extendiendo sus negocios y préstamos a nivel internacional después de la Segunda Guerra Mundial. Ese ojo para los negocios los había catapultado a ser una de las cien familias más ricas del mundo.
UNA DE LAS CIEN FAMILIAS MÁS RICAS DEL MUNDO.
Pero más importante que la cantidad exorbitante de dinero que Ben tenía, era entender la responsabilidad que caía en sus hombros. Porque de su abuelo no solo había heredado el nombre y el dinero, sino que también el ojo para las finanzas. De pequeño había estado involucrado en el banco. Pude encontrar fotografías de Ben con unos tiernos 8 años en una junta directiva. ¿Qué carajo hacía un niño entre tanto vejete? Prefería no saberlo, pero se veía adorable en su diminuto trajecito.
Una de las últimas decisiones que había tomado el abuelo de Ben antes de morir, fue la de ceder el control de la empresa a William, con un pequeño porcentaje de participación a Benjamin, que iría en aumento hasta su cumpleaños veintiuno, en el que obtendría la mayoría de las acciones. Entonces compartiría la junta directiva con su padre, William, y los inversores extranjeros, que se repartían un ínfimo diez porciento de las acciones restantes de la empresa.
No entendía mucho, pero si es que había personas dispuestas a dividirse ese pequeño porcentaje y sentir que aún se estaban llenando las manos, significa que muchísima pasta se concentraba allí.
Vale, tenía algunas respuestas. ¿Pero por qué Ben no se llevaba bien con su abuelo? Él se había dado la molestia de darle una herencia absurda.
Bastaron unos clics para comprenderlo.
"El futuro de los Kingsman" rezaba el título de una noticia en la página de sociales, y debajo de ella una foto de Benjamin sonriendo junto a Maddie de la mano.
Según la nota, fue Benjamin I quien arregló el matrimonio de Ben y Maddie. Y francamente no entendía cómo había tardado tanto en enterarme de ello. Literalmente lo habían publicado en el diario.
¿Pero por qué?
Entonces la respuesta me golpeó fuerte, como una verdad obvia. El abuelo de Ben probablemente sabía que su queridísimo nieto era gay, y en un intento desesperado de mantener la fachada católica y perfecta de su familia, arregló ese matrimonio.
A los padres de Maddie no les venía mal, porque su hija era un completo desastre. Despilfarraba dinero como si cagara billetes. Solo la fortuna inagotable de los Kingsman podría darle todo lo que la princesa ricachona soñaba sin quedar en bancarrota.
Fue entonces, y solo entonces, que pude dimensionar lo que nuestra relación significaba para Ben. Porque no es como que a mí no me afectara, tenía clarísimo que no me iría nada bien cuando el mundo se enterara de que estaba embobado con Ben. Y aun así, yo no estaba arriesgando tanto como él.
Si es que nos atrapaban, se sabría que a mí me seguían gustando las pollas. Vale, qué más da. Ya era el hazmerreír de internet. Ya estaba en "terapia" de conversión. Ya me habían enviado a vivir con mi papá homofóbico.
Mi vida ya se había puesto de cabeza antes. Que lo hiciera una vez más no me acomodaba, claro, pero tampoco me aterraba hasta la médula.
A Ben sí.
Porque de él nadie sabía. Ben había planificado todo y medido cada uno de sus pasos a sabiendas de que nadie a su alrededor tiene la más mínima idea de quién era en realidad. Benjamin había construido su personalidad para calzar perfectamente en el espacio que la elite había reservado para él. Ni un centímetro más. Ni un pelo fuera de su lugar. Confesarle al mundo que realmente no era tan perfecto como todos creían, era una condena.
Pondría su vida de cabeza, peor que como yo había puesto la mía.
Quizás por eso tenía tanto pánico.
Quizá por eso había decidido romper mi corazón.
Entonces, sin pensar, respiré hondo y leí el mensaje de Ben.
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Todo el mundo contra Marcus Holly #PGP2024
Teen FictionSé que has hecho algo estúpido alguna vez. Como enamorarte de quien no debías, o confiar en las personas equivocadas... o irte del país porque te grabaron haciendo un oral. ESPERA ¿QUÉ? "Todo el mundo contra Marcus Holly" es exactamente lo que cree...