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Llegué a casa de Charles, y sin siquiera preguntar, me acerqué en paso seguro hasta el invernadero. Los empleados de Charlie ya me conocían, y como no solían preguntar mucho quién diablos llegaba a casa, ni les importó mi presencia.

—¡Marc! ¡Hermano!

Él se quitó las gafas y se acercó a abrazarme como un viejo amigo. Las últimas semanas no habíamos hablado casi nada. Estuve tan concentrado en mi corazón roto que ni siquiera me molesté en preguntar sobre su vida, pero al parecer eso a Charles no le había molestado ni un poco.

Otra vez me recibió con los brazos abiertos, como un verdadero amigo.

—¿Qué te trae por acá?

Suspiré pesado, y me armé de valor para pedirle lo que había quedado de conseguir.

—¿Tienes misoprostol?

Jamás pensé nada del movimiento pro-life que se había tejido en los últimos meses. De muchas formas, no podía estar más lejos de mi realidad. Como hombre y gay, era muy probable que nunca viviera un embarazo no deseado en mi vida.

Pero en ese momento se sentía tortuosamente real estar pidiéndole a Charles esas pastillas.

Charlie me soltó de su abrazo y me tomó desde los hombros. Yo sabía que él era de no soltar preguntas, pero sin duda no podría ignorar simplemente lo que le estaba pidiendo. Me sacudió un poco para que le mirara, e intentó leer qué diablos pasaba por mi cabeza.

—¿Embarazaste a alguien, Holly?

Mordí mis labios y bajé la vista. Hasta ahí llegó mi estrategia de pretender tranquilidad, como si le estuviera pidiendo unos simples chicles.

—Joder, que no te juzgo. Ya te las paso... pero ¿Tú? ¿En serio embarazaste a alguien?

Me quedé en silencio, sin mirarle, y solo extendí el efectivo que Ben me había entregado. Ni siquiera me molesté en regatear un poco el precio que tuvieran. Benjamin me había entregado quinientos dólares en efectivo por las malditas pastillas, y a pesar de que sabía que todo se estaba yendo económicamente al carajo en casa, prefería entregarle todo el dinero a Charlie que quedarme yo con una tajada.

Charles recibió los billetes y me dio una última mirada silenciosa, antes de desaparecer entre las sombras violetas del invernadero.

En ese momento no podía pensar en otra cosa que cumplir con lo que Ben me había pedido. Tras besarme, se apresuró a soltar el favor que había adelantado: necesitaba las pastillas para Maddie. Estaba embarazada, pero Ben me juró que el bebé no era suyo. Solo no quería que la mataran a golpes. En otro momento le habría dicho que estaba exagerando, pero yo mismo había sufrido los estragos de vivir en una comunidad herméticamente católica e ir contra las reglas. Si se enteraban de que Maddie estaba embarazada, sería su fin. Y no solo el de ella, también el de Ben. Después de todo, estaban comprometidos.

Por lo que cuando me pidió que consiguiera esas pastillas para ella, solo pensé en que quería lo mejor para él. Me tragué mi orgullo y la espina que se clavó dolorosamente en mi corazón. Con algo de suerte, este podría ser el favor que devolvería a Ben a mi vida.

Charlie volvió a mi lado, esta vez con el paquete entre sus manos. Recibí la caja de pastillas en silencio, junto con un pequeño folleto de Planned Parenthood.

—Allí están las instrucciones. Es importante saber las semanas de gestación, y vigilar por 24 horas a quien se las tome.

Asentí, y guardé todo dentro de mi mochila. Di media vuelta para retirarme, pero la voz de Charlie me detuvo.

—Marc, yo lo sé.

No necesité que dijera nada más para entender a qué se refería, y caer preso en el pánico. Lo dijo con una certeza que ni siquiera pensé en rebatir, ni tratar de fingir que no sabía de qué estaba hablando. Solo me quedé allí, congelado.

—Lo sé— continuó. Se acercó unos pasos a mí y puso su mano sobre mi hombro. —Y no le diré a nadie, pero mereces algo mejor.

Siempre había intuido que algo él sabía, después de todo fue Charlie y su estúpida "sensibilidad" de drogado, la que me dio esperanzas de que tenía alguna chance con Ben. Aun así, siempre habíamos fingido que nada pasaba, y no estaba listo para comentarlo con alguien. Mucho menos en ese momento.

—Mereces alguien que no te oculte. Que no te trate como un fantasma en su vida. Ni que te pida hacer su trabajo sucio porque él no es capaz de ser malditamente valiente. Y con él jamás tendrás eso.

Me di vuelta a enfrentar a Charles. No estaba dispuesto a quedar tan desnudo ni expuesto ante él, menos en ese momento.

—Estoy ayudando a alguien a tener una puta decisión en su vida— repliqué molesto, como si de eso se tratara todo.

—Joder, ¡y yo te estoy vendiendo las pastillas! Pero se las habría vendido también a él ¿No entiendes? Se las habría pasado a cualquiera que me diera el dinero. Pero te ha mandado a ti ¿Y sabes por qué? ¡Porque no es capaz de manchar su maldito nombre! ¿Acaso realmente crees que alguna vez se atreverá a darte la mano mientras caminan? ¿Siquiera a hablar de ti al resto? Abre los malditos ojos, Holly. Mereces algo mucho mejor que eso.

Todo el mundo contra Marcus Holly #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora