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En mis manos tenía el galardón de tercer lugar que gané en el campeonato. El error del cuarto jugador en el quinto hoyo me dio la ventaja. Fue una verdadera sorpresa para todos, en especial para mí.

Cuando anunciaron que gané un premio, ni siquiera tuve que fingir la sonrisa para la fotografía de la página de sociales.

Esa podría haber sido la única foto documentada junto a Benjamin, pero él no llegó al podio. Ganó el primer lugar, como era de esperarse, pero se retiró antes, tal como anunció William que harían.

En mi pantalón aún estaba guardado el papel de Benjamin, intacto desde que lo recibí de él. Se sentía como una pesada roca en mi bolsillo, que amenazaba con hundirme al piso. O como una piedra caliente contra mi pierna, dispuesta a quemarme hasta las cenizas. Peor aún. Estaba seguro de que lo que fuera que había escrito, sería una bomba de tiempo, y una vez que lo leyera, no tendría como desactivar la inminente explosión de sus palabras. Entonces los minutos se me harían más tortuosos y desgarradores, y no podría pensar con claridad ante el pánico de explotar.

Jamás podría quitar a Benjamin de mi cabeza. Él siempre aparecía, siempre encontraba la forma de hacerse presente y recordarme que, aunque no lo quisiera, me tenía a sus pies.

Y eso me aterraba.

—Pá...

Rick levantó su dedo, pidiéndome silencio.

Sabía que debía callarme, pero esa junta de negocios me permitió ver un lado de Benjamin que jamás había conocido. Él siempre decía que hacía mucho más que beneficencia en su empresa, y nunca lo entendí hasta ese momento.

Demostró todo el poder que tenía su familia por sobre la mía, y la sensación de sentirme bajo su control me hizo ver pequeño, indefenso, caótico. No era una sensación que me agradaba experimentar, y necesitaba descifrar con urgencia cómo detener ese sentimiento.

—Explícame qué pasó—insistí.

—¡Joder, Marc, que te calles!— espetó, haciéndome saltar del susto.

Era claro que lo que más me convenía era hacerle caso. Pero a esas alturas, ya estaba demasiado involucrado para quedarme con la duda. Necesitaba un poco de información que me diera la delantera antes de leer el maldito mensaje, y echar a correr la bomba de tiempo que Benjamin implantó en mí.

—¿Por qué me usaste para obtener dinero de los Kingsman?

Papá golpeó el asiento con fuerza, obligándome a mover para evitar su fuerte mano. Esta vez sí logró intimidarme.

—¡PORQUE ESTOY QUEBRADO! ¡¿ESO QUERÍAS OÍR?!

—¿Quebrado?— pregunté inconcluso, en un tono que dejaba ver mi incredulidad.

Papá lanzó una risa socarrona y negó con su cabeza, tratando de volver a controlarse. Esta vez guardó silencio y miró hacia fuera de la ventana, ignorándome por completo.

¿Cómo podía estar Rick quebrado? Él siempre me dejó en claro que nadaba en dinero. Ostentaba opulencia, y vivía la vida propia de quien no necesitaba revisar su cuenta bancaria antes de realizar cualquier compra.

¿Fui tan ciego que no me di cuenta de ello?

O quizá Rick solo era una farsa. Al igual que todo el maldito mundo que le rodeaba.

Trataba de creer que realmente me importaba un carajo el dinero y el futuro de la empresa de papá, pero toda mi estadía en Texas dependía de que el vejete tuviera las manos llenas de pasta. Si es que todo se iba a la mierda, estaba seguro de que lo primero que haría para aliviar su carga, sería mandarme de vuelta a Londres.

Debería estar feliz, entonces. Por fin me iría de la mierda de Texas.

¿Por qué no podía sentirme malditamente feliz?

Sin darme cuenta, había activado la cuenta regresiva antes de tener la menor idea de cómo podría desactivar la bomba.

Mis días en Texas estaban contados.

Tic. Tac.

Tic. Tac.

Tic.

Tac.

Todo el mundo contra Marcus Holly #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora