Capítulo 9

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Esa tarde tendríamos aula de castigo, y fuimos al acabar las clases. Supe que ese día iba a ser horrible con solo divisar el pelo rapado de William, que me miraba un poco sorprendido.

Me senté con Stuart y la profesora de vigilancia se quedó dormida en el acto, fue muy gracioso. Decidimos ponerle sombreros de la clase de teatro, que estaba al lado. Después, con un rotulador le pintamos la cara como niños de 5 años y nos sentamos para ver nuestra obra.

-Nada mal, Russ.

-Lo mismo digo, Collins.-Unas manos nos tocaron los hombros y nos giramos, viendo a William con cara seria.-¿Qué pasa McLaggen?

-Nada, solo preguntaros si iréis a la fiesta de esta noche.-respondió, yo me levanté y empecé a dibujar distraídamente en la pizarra, sin hacerle caso.-Madura Alexandra, no puedes evitarme siempre.-Rompí una tiza al decir mi nombre completo, seguí dibujando.

-Vivimos allí imbécil, obviamente estaremos.

-Bien, nos divertiremos.-Miró traviesamente a Stuart y rió.-Como en los viejos tiempo, ¿No Alexandra?

Sin dudarlo, me giré y me lancé contre él, cayéndome medio encima de la mesa, ahora en el suelo, medio encima de su pecho. Le empecé a dar puñetazos en la cara, que iba parando como podía. Stuart estaba chillando pero no le hacía caso, tenía mis ojos clavados en los de William, que me miraba desafiante. Con las piernas, empuje la mesa lejos de mi y me coloqué encima de él.

-¡No soy Alexandra!

Me levanté sin decir nada más y me senté, mientras los demás castigados se alejaban de nosotros. William se tocó la mandíbula con una punzada de dolor.

-Me temo que no es por eso por lo que me pegas...-rió un poco forzado, con amargura.-Buen gancho de derecha, Alex.-repetí su frase murmurando, poniendo voz y cara de imbécil, mientras Stuart sonreía.

-Tu existencia de dálmata con retraso mental y sin manchas me molesta, fuera.-sonreí con falsedad, los dos me miraron curiosos.

-Los dálmatas son monos.-Puso un puchero Stuart.

-Tienes razón.-Tosí para aclararme la garganta y miré a William.-Espero que cuando nadie mire, un Tiranosaurio Rex con problemas gástricos se te cague encima.

Pusieron cara de asco y sonreí, me gustaba como sonaban mis insultos viejos. La alarma sonó y nos levantamos, para irnos ya a casa. Fuimos todos juntos por alguna extraña razón, hasta la salida. Después nos adelantamos porqué...ni idea, no escucho el idioma de los estúpidos guacamayos con retraso. Estábamos en silencio y Stuart me miraba divertido.

-¿Qué?

-Nada, solo que me sorprende que conozcas dinosaurios y no me los presentes.-Sonrió y le miré con sarcasmo.-Además, ahora ya no me pondré en tu contra, me das miedo.

-Haces bien en tenerme miedo, rubiales.-le pase una mano por el pelo para revolvérselo y me gruñó, no le gustaba nada. Apoyé mi cabeza encima de mis brazos, que reposaban en la nuca.- Esta noche, voy a celebrar mi entrada en la facultad de artes, por así decirlo. Estoy harta de Adam, Joe y William. De mi madre, de mi padre y de todos.-suspiré y bajé mis brazos cansadamente.-Espero tener una noche genial.

-Conmigo a tu lado seguro, nena.-Me giré para ver a un chico muy alto y fuerte, con el pelo mojado y bermudas. Kurt me sonreía a través de su pelo ni corto ni largo, llevándoselo hacía atrás. Otro musculitos, genial.-He oído que una diablilla ha vuelto a la aula de castigo.

-A mi me han dicho que alguien ha vuelto a perder sus pocas neuronas.-Puse mi mano en mi barbilla y una cara falsamente de sorprendida.-¡Ah, no, es verdad! No las puedes haber perdido si nunca las has tenido.- Se tensó en una casa de rabia. Oí una risita por parte de Stuart y sonreí ampliamente.-Si nos permites, especie inferior que aun esta aprendiendo las letras, nos vamos a lo que tu llamas cueva, nuestra casa.

La voz de su sonrisa (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora