Capítulo 22

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Me tomaba unas tostadas cuando bajo con ojos somnolientos y se servía zumo. Se sentó delante mío y yo volví mis ojos a la revista de animales que estaba mirando por encima, para distraerme. Me la arrebató de las manos y se la empezó a leer con su zumo en una mano.

-¿Me la devuelves, por favor?-dije amablemente.

-¿Me devuelves mi tiempo pensando que eras una persona buena? ¿No, verdad? Pues yo me quedó tu revista para empezar a pagar tu deuda.


Alex:

¿Molesta? Si, y mucho. Ese cretino me hizo pensar que había cambiado en casi un año pero, en efecto, era uno de septiembre y seguía como el primer día que lo vi. Ahora, como si no hubiera hecho nada me sonreía, capullo.

-¿De buena mañana y ya así? Alguien se ha levantado con el pie izquierdo hoy.

-Si el pie izquierdo representa tu persona, si, me he levantado con ese.-Sorbí mi zumo e inspeccioné el articulo de comida de perros. Levanté los ojos, me miraba dolido.-¿Oh, he dicho algo malo? Perdón, soy sincera.

-Eres infantil.

-¡¿Yo?!-dije lanzando mi zumo en su cara, eso no me dio muchos puntos en mi defensa.-¡Tu eres el imbécil que cree que sabe de todo!

-Se cosas que tu no sabes, Alex.

-¿Perdón osito de gominola sin azúcar? No oigo a los creídos.

-Para, no quiero ir a la universidad y que todos vean tus humos de niña de 5 años.

-Lo que no quieres que vean es que has salido conmigo y he cortado contigo. Lo que si dirás es que me he acostado contigo cuantas veces me lo pedías,¿no?

-Sabes que no.-apretó los puños, arrugando al mantel que sostenía con nerviosismo.-Te sigo queriendo, estúpida orgullosa.

-No, se llama dignidad.-le lancé la revista.-¡Mejor dúchate, estas un poco sucio de zumo!

Me dirigí a la ducha y me limpié. Cuando terminé me puse mi ropa y bajé las maletas como pude, apareció el diablo.

-¿Te ayudo?

-No necesito ayuda de personas como tu, que se desviven por las chicas cuando quieren echar un casquete.-dije fría, él puso cara de odio. Esta realmente enfadado.-¡Solo ve abrir el puto coche para poner las cosas!

Asintió a regañadientes. Nos metimos en el coche al cabo de horas, después de comer en silencio. No quería volver con mi familia de momento, prefería vivir con el imbécil ese. Llevábamos dos horas en el coche, sin hablar.

-No quiero que te acerques a mi.-dije sin mirarlo.-Cuando lleguemos quiero que te busques otra putilla y me dejes en paz.

-No puedo hacer eso, idiota.-dijo molesto.

-¡¿No puedes hacer eso?!¡¿Y que estúpido motivo tienes ahora?!

-¡Que estoy enamorado de ti, imbécil!-me quedé helada y me giré para verlo.-¡¿Vaya forma de decírtelo, no?!

-Olvídame.-dije seria. Frunció el ceño.-Debes hacerlo.

-¿Por qué? No es fácil hacer eso.-dijo sin apartar la vista de la carretera.

-Porqué...-jugué con mis manos.-quizá acepte la propuesta de mi madre.

-Bien.-dijo él.

-¿Bien?-pregunté sorprendida.

-No te reconoce como su hija, ¿lo sabes no?-me dijo triste.-Me lo dijo ella misma. No te lo quería decir, pero no me dejas otra alternativa.-Solté una sonora carcajada.-¿Por qué demonios te ríes?

La voz de su sonrisa (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora