𝒳𝒱𝐼 - 𝓓í𝓪 𝓭𝓮 𝓻𝓮𝓿𝓲𝓼𝓲ó𝓷 -

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*Separador: Krista*

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*Separador: Krista*

Me alejé de la ventana una vez que me aseguré de que Flamita y Conejito no estuvieran cerca de casa, y al confirmarlo me dejé caer en el sillón rendida.

¿Por qué se tardan tanto? Lo que le iba a decir no era como para que se demoraran tantas horas hablando.

Miré hacia el piso y tomé la bota negra que me faltaba y la puse en mi pie derecho.

La hora de ir a trabajar había llegado y no me gustaba faltar, es verdad que estar en ese lugar te fortalece el carácter y siendo sincera, me gustaba estar ahí.

Tomé la mochila que conejito me había prestado y salí del lugar lista para caminar hasta el centro del pueblo, usualmente me llevaba alguna de las chicas que vivían junto a mí cuando me encontraban caminando hacia el lugar, claro que cuando el demonio era la que me llevaba, no me dirigía la palabra, solo paraba el auto al lado de la acera y yo iba corriendo sin dudarlo.

Así es señoras y señores, mi orgullo no importa mucho si de un aventón se trata.

Llegué al centro de la ciudad en la bicicleta que le robé a Calliope y malamente me distraje viendo el establecimiento en el que llevaba más de una semana trabajando que no vi cuando una persona se atravesó en mi camino y terminé arrollándola.

Caí de la bicicleta al mismo tiempo que las llantas chocaban con el cuerpo ajeno y la adrenalina hizo que metiera las manos para que la caída no fuera tan mala, pero terminé raspando un poco mis palmas al evitar el contacto con el suelo.

Oh, no...

¡Ahora tendré que ir al hospital a que me mediquen porque a un loquito se le ocurrió que era buena idea terminar con mi vida hoy!

—¡Oye, fíjate por donde caminas! — Dije entre gritos— ¡Casi me matas!

—¡De que hablas maldita loca, tú eres la que casi me mata a mí!

Dejé el dramatismo que me poseyó para quedarme estática en mi sitio al escuchar esa voz tan reconocible.

—¿Rata? — Me levanté del lugar en el que me encontraba y al hacerlo el hermoso rostro del Adonis de Argent entró en mi campo de visión.

—Hola, Key.— Aquella frase me hizo lanzarme a sus brazos en busca de una confirmación de que lo que veía no era una simple ilusión por la falta de cafeína en mi sistema.

Sus fuertes brazos me rodearon por completo y el conocido calor que emanaba me cobijó.

Sus fuertes brazos me rodearon por completo y el conocido calor que emanaba me cobijó

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Castigo EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora