𝒱𝐼𝐼- 𝓐𝓶𝓸𝓻 𝓿𝓮𝓻𝓭𝓪𝓭𝓮𝓻𝓸-

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*Separador: Krista*

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*Separador: Krista*

Traumante, verdaderamente traumante.

No vuelvo a dormir en ese lugar tan horripilante en mi vida, ¿me oyeron? ¡En mi vida!

No puede ser posible que una tarea tan sencilla como dormir se haya convertido en un campo de batalla en donde la que salió perdedora fui yo. No es justo, voy a llorar y tirarme por el obelisco.

Bichos groseros, bichos sin sentimientos ni empatía y yo que creía que este mundo debería ser habitado solo por los pobres e inocentes animales. Ahora retiro lo dicho, al menos por esas alimañas ponzoñosas.

No bromeo cuando digo que no dormí ni una miserable hora por estar escuchando los sonidos de "la naturaleza" ¿esto es lo que tanto ama Gabriel Hunt de dormir al aire libre en la Tierra? Eso confirma mi teoría de que lo "bicho" lo tiene en la sangre, ¿será prudente mandarle a hacer unas pruebas de ADN en Argent para ver si es mitad mosca?

Por más que busqué y busqué el maldito animal del que profería aquel horrible sonido que no me dejaba descansar no logré encontrarle, que horrible es mi vida, lo sé.

Me paré de la cama como una momia y me apresuré a tomar las cosas de aseo personal que me había brindado conejito bonachon la noche pasada, miré mi reflejo y confirmé lo obvio, mi aspecto gritaba a los cuatro vientos que no había dormido nada.

Bueno no importa, sigo siendo una diva y eso nadie me lo quita.

Abrí la puerta con todo el entusiasmo que tenía por socializar con mundanitos el día de hoy, ósea, nulo. Solté un brinco del susto al ver que la puerta frente a mí habitación se abría al mismo tiempo que yo abría la mía, dejándome ver a una muy arreglada flama fresca como una lechuga.

Agh, que envidia.

—Buenos días, Krista Murray.

—Ahora solo hay días, flamita, solo días...

La vi mirarme con extrañeza, pero no me quedé a ver como analizaba mi bello pero un tanto desaliñado aspecto, por lo que me metí al baño que se encontraba a mi derecha, el cual compartía con la cerecita.

Tomé una ducha tan rápido como pude, en Argent siempre nos habíamos encargado de cuidar el agua lo más que podíamos, por lo que una ducha de más de 3 minutos era motivo de cárcel, claro que había excepciones cuando nos encontramos llenos de sangre o fluidos que salían de los monstruos que matábamos, pero nada excedía a 7 minutos.

Al salir del agua tomé la ropa que (también) me había prestado conejito, era una falda negra que llegaba un poco bajo las rodillas y una blusa floreada color violeta que me hacía ver como toda una mundana común y corriente.

Estaba tan acostumbrada a usar mis blusas de tirantes y chaquetas que usar esa clase de telas se me hacía supremamente incómodo y hablar de la falda era un delito, hacía años que no llevaba una y estarla usando era como un cuchillo directo a mi hermoso y puro corazoncito.

Castigo EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora