𝒳 𝐼- 𝓑𝓲𝓰𝓸𝓽𝓮𝓼-(𝑀 𝟦/?)

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*Separador: Krista*

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*Separador: Krista*

-Tienes que hablarle, no lo soporto más. - Suspiró conejito.

Ya había pasado un poco más de una semana desde que el ser endemoniado había decidido dejar de dirigirme la palabra y yo con toda mi dignidad en alto, había decidido seguir su jueguito.

No pienso hablarle hasta que ella me hable primero, a pesar de que he tenido muchísimas ganas de volver a probar aquel café tan delicioso que prepara. He salido con Conejito y con el Señor tomate a un par de cafeterías que había por el pueblo para encontrar algo parecido, pero nada le llegaba siquiera a los talones a aquel delicioso manjar que preparaba la encarnación del mal.

-No, pero gracias. -El suspiro que soltó la chica a mi lado me hizo soltar el vaso que me encontraba lavando en el fregadero. Al mirarle, noté el vestido rosa de flores que llevaba en su cuerpo y me hizo tratar de recordar si hoy era una fecha importante. -¿Saldrás?

La cabeza rizada asintió con lentitud, conejito llevó las manos a su cadera y ahí las dejó mientras fruncía el ceño.

-Tengo una cita, pero no me cambies el tema, necesito que Adara y tú lleven la fiesta en paz, no aguanto más que se eviten a todas horas del día. ¡Es ridículo!

Sequé mis manos mojadas en mi ropa y me crucé de brazos mirándola con incredulidad y enojo.

-Ella es la que me dejó de hablar a mí, así que dile a ese demonio que dé el primer paso si tanto te molesta lo que está pasando.

Aquello pareció irritarla más.

-¡Agh! No puedo creer que sean igual de orgullosas.

Me alcé de hombros justo en el momento en el que el sonido del timbre se hizo presente, me apresuré a abrir la puerta y al hacerlo me encontré con un rubio que medía casi 2 metros, aunque lo que más llamó mi atención fue que apestaba tanto a loción que parecía que no se hubiera bañado en siglos y su única ayuda fuera un perfume barato que encontró en el basurero. Llevaba un traje color azul y un sombrero.

-Creo que te has equivocado de lugar, aquí no es la convención de perfumes pestilentes. - El apestoso me miró con incredulidad y negó, pero después levantó su brazo para oler bajo su axila.

-Lamento las molestias señorita, pero ¿Usted cree que huelo mal? - Preguntó con más formalidad de la que me gustaría.

-Bueno, de hecho, creo que te faltó una media hora más de rociarte perfume para que fuera el asesinato perfecto.

Aquello desconcertó al apestoso, quien me miró con la misma expresión de duda.

-Lo lamento señorita, no le ent-

-¡Krista!- Llegó corriendo tras de mí la florecita y me jaló un mechón de cabello intentando que el hombre frente a nosotras no lo notara.- Disculpa a mi amiga, es un poco bromista.

Castigo EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora