𝐼 - 𝓚𝓻𝓲𝓼𝓽𝓪-

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*Separador: Krista*

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*Separador: Krista*

—¡Mueve ese culo más rápido, pitufina!

La adrenalina que corría por mis venas llevaba mi corazón a mil por hora, mi sudor escurría por todo mi cuerpo y caía en picada por mi espalda y pechos. El ambiente se sentía muy pesado y era complicado ver para cualquier parte, lo único que mis ojos podían enfocar era aquella montaña empinada que señalaba el final de la prueba.

—¡Hago todo lo que puedo, así que cállate perra!

No pude soltar la carcajada que aquellas palabras se merecía por el esfuerzo y el cansancio que la pendiente estaba drenando de mí. Mis pies ardían, mis parpados estaban pegajosos y me ardían cada que una gota de sudor caía sobre mis ojos.

Apresuré mi paso al ver en la punta de la montaña a una alta mujer con una bandera negra en la mano, me miraba con seriedad y ondeaba la bandera en un intento por darme apoyo a su manera.

Cuando estaba por dar el último paso para llegar a su lado, mi pie pisó una roca que hizo que me resbalara y mi cuerpo casi cayera por la pendiente, pero con agilidad, enterré mis uñas en la tierra y comencé a escalar, unos segundos después ya tenía frente a mí a la mujer con la bandera negra.

Su boca era una fina línea que la hacía ver supremamente seria, pero sus ojos brillaban, eran de un café tan claro, justo como los míos y la sonrisa en mis labios no evitó salir de su sitio.

—Buen trabajo, Krista. — Me entregó la bandera, y yo con un gran orgullo creciendo en mi pecho, tomé el mango del objeto y lo ondeé en el aire, dando por finalizada la última prueba práctica del nivel 6.

Miré a mi lado y vi el temporizador, faltaban 5 segundos para que el tiempo terminara. Un nudo en mi garganta se hizo presente al ver a Camila tomar con fuerza una rama para intentar escalar, estaba a unos metros de nosotras.

—¡Dale pitufa tonta, tú puedes!

El huesudo codo de la mujer a mi lado me dio en las costillas, riñéndome por las palabras dichas anteriormente. Su castaña melena ondeó en el aire mientras negaba con la cabeza.

—Lo siento, ma.

Regresé mi mirada a la castaña que se encontraba subiendo por la pendiente, ya le faltaba poco y la mujer al lado de mi madre solo la veía con profunda preocupación y murmuraba.

—Vamos Cami, tú puedes...— Se arrodilló, intentando que su hija tomase la bandera cuanto antes, y cuando lo logró esta solo gritó de la emoción— ¡Así se hace, tesoro!

Mi sonrisa se hizo más grande al ver a la chaparra de mi mejor amiga saltar a los brazos de su mamá y dejarse llenar de besos, aunque, lo admito, si me dio un poco de asco ver como el sudor del rostro de mi amiga se adhería a los labios de su tierna madre.

Castigo EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora