𝒳𝒳𝒱𝐼 -𝓓𝓲𝓶𝓶𝓸𝓬𝓴-

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*Separador: Adara*

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*Separador: Adara*

Mi cabeza arde como los mil demonios, y leves espasmos llegan a mi cuerpo por el frío que comienza a calar en mis huesos, desde que recuperé el conocimiento he intentado crear calor en mi sistema, pero hay algo que me lo impide.

Estar más conectada con mi parte bruja tiene algunas fallas algunas veces...

El temblor no me deja en ningún momento y ni hablar de abrir mis ojos, siento mis párpados tan pesados que apenas y puedo sentirlos.

Doy una larga inhalación y los olores a hierro oxidado, agua estancada y sangre hacen que arrugue mi nariz con disgusto.

Un fuerte golpe hace que salte en mi sitio y me vea obligada a abrir mis ojos por el pánico.

Me encontraba en un espacio muy reducido de paredes grises y unos barrotes gruesos y oxidados. Frente a mí se encontraba un hombre con apariencia de unos 30 años, tan rubio como el sol y unos ojos completamente rojo sangre. Su apariencia se me hace conocida, pero es extraño, no había ni un solo recuerdo de él en mi mente.

—Vaya, miren a quién tenemos aquí— Retumbó en el lugar una voz masculina— Adara Harikenn, tantos años desde la última vez que tuve el honor de ver tu bello rostro.

Escuchar aquel nombre que ahora me parece tan lejano me obliga a mirarlo con más intensidad, intentando recordar quien es, pero ningún recuerdo llega a mí.

—Aunque, basándome en tu apariencia tan poco afortunada supongo que mis hijos no han tenido la amabilidad de tratarte de la mejor manera, ¿no es así?

Tosí un par de veces por mi garganta seca. Tenía mucha sed.

—Lamento mucho que esta sea la situación en la que nos encontremos, espero me recuerdes. — Una sonrisa se posó en su pálido rostro, el cual me seguía pareciendo supremamente conocido.

Cerré mis ojos intentando recordar de quien se trataba mientras pasaba saliva, pero se me hizo imposible. Aquello mismo me obligó a mantenerme callada.

—No sabes cuanto tiempo estuve buscándote, joven bruja.— Supongo que mi mirada de confusión fue suficiente para que procediera a presentarse— Pero mira que descortés estoy siendo, permíteme presentarme querida, mi nombre es Athanasius Dimmock.

Su nombre retumbó en mi mente y un fuerte dolor de cabeza me atacó de repente. Cerré con fuerza mis ojos y al abrirlos sentí la sed más potente en mi garganta.

Las arcadas llegaron a mi cuerpo e intenté expulsar lo que sea que haya en mi estómago, pero nada salió, lo que empeoró la situación.

Comencé a sudar frío y escuché los barrotes de la celda ser abiertos. Los pasos del hombre me hicieron percatarme de que se me estaba acercando, pero no tenía la fuerza para alejarme de él.

Castigo EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora