𝒳𝒳𝐼𝐼 -𝓢𝓸𝓫𝓻𝓮𝓷𝓪𝓽𝓾𝓻𝓪𝓵-

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(Maratón 3/?)

*Separador: Krista*

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*Separador: Krista*

Me quedé estática en  mi sitio al ver como una cabellera pelirroja me daba la espalda, logré identificarla de inmediato.

Por Dios, que esto sea una broma.

Adara Wilson, flamita, se encontraba frente a mí, viendo a Martina y dándome la espalda, su cabello brillaba exactamente igual que la fogata cerca de nosotras.

Sali rápidamente del estado de shock al ver como el cuerpo de la pelirroja se movía imposiblemente rápido para evitar que la bala que salió del arma de mi hermana impactara en su pecho.

No, esto no puede ser posible...

Ella no...

Mi hermana se levantó con agilidad cuando el cuerpo de flamita se lanzó sobre ella, intentando lanzarla por el acantilado, lo que me hizo reaccionar y salir corriendo hacia ambas.

Vi el cuchillo de mi hermana clavarse en el hombro de flamita, lo que hizo que el alma se me cayera a los pies. Me aproximé con premura y temor a ambas y tomé a mi hermana de los hombros, jalándola y alejándola de la pelirroja, haciéndola casi clavarme el cuchillo a mí.

Miré de nuevo a Adara, logrando que ahora ella fijara sus ojos en mí, su mirada expresaba pura confusión, dio unos cuantos pasos hacia atrás por el choque.

Sus ojos estaban brillantes, uno brillaba en un intenso color que iba del naranja al rojo y a su extremo se encontraba un iris completamente escarlata.

Me quedé observándola con temor y mi cuerpo reaccionó de inmediato, lanzándose hacia ella e intentando lastimarla con mis dagas. Se movía con agilidad, pero yo lo era más, por lo que, al estar a punto de clavar mis dagas en los extremos de su cuello, la voz de mi hermana me hizo parar.

—¡Krista! — Volteé a mirarla rápidamente y la encontré rodeada del fuego que anteriormente había estado en la fogata.

Las llamas comenzaron a abrazar su cuerpo de manera antinatural, voltee a mirar a la bruja para ver lo que estaba haciendo y la encontré mirando al anticristo con asombro.

Volví mi atención a mi objetivo y la encontré con los ojos brillantes y observando las llamas sin perder contacto.

Ella las estaba controlando.

Volví a dirigir las dagas al cuello del demonio, pero otro grito de mi hermana se hizo presente.

—¡Déjala libre! — Grité antes de volver a atacar a la pelirroja, haciendo que su atención se desvié de las llamas. Comenzamos a pelear, le di un par de puñaladas antes de recibir una corriente de fuego por mis venas y caer al suelo por el dolor.

Sentí mi sangre hervir, la sensación era tan desgarradora y dolorosa que no pude evitar caer de rodillas y soltar unos cuantos gritos de dolor, mis ojos estaban cerrados, intentando ignorar aquel dolor tan profundo.

Castigo EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora