El aroma a vainilla, chocolate y avellanas que flota desde la cocina me causa una leve migraña. No he podido dejar de mirar esas fotos, esas fotos que serán mi perdición si no descubro quién las ha enviado. Llegaron está mañana.
—¡Artemis! —mi madre pronuncia mi nombre con fuerza. Trago saliva y, en un movimiento casi digno de un infarto, las guardo de nuevo en el sobre. Papel madera, sin ninguna etiqueta que indique su origen y en letra cursiva mi nombre.
Me ocuparía de ello luego cuando no tenga este pendiente.
Tomo la cámara de fotos que mi amigo me ha prestado para presentarme al acto de colación de mi hermana menor y cruzo la cintilla por mi torso. Es una profesional y tengo una advertencia de que, si le llegase a pasar algo, tendría que pagarlo con mi muerte. Mamá está esperándome en la puerta; observo en la pequeña mesa las tartas que ha preparado para la pequeña reunión que tendríamos con Lisa después de su último día y su inicio a la vida universitaria. Ella no sabe qué estudiar, y mamá quiere que estudie de todo.
—¿Llevas todo? —me pregunta con un tono de voz tranquilo. Asiento y me subo al vehículo. Enciendo la cámara y reviso las fotos que tiene Facundo en su cámara; buena iluminación, buena posición y excelente calidad. Es fotógrafo... ¿erótico? ¿Esa sería la palabra? Bueno, no estoy segura; les hace fotos a chicas en pocas ropas y las sube a su página web; es muy famoso en el mercado.
—Y ese muchacho...
—Facundo —nombro.
—Sí, ese. ¿Tiene trabajo? Porque con tantos tatuajes en el cuerpo, imagino que debe ser difícil... —le miro de reojo, apago la cámara y le doy una pequeña mirada.
—Son otros tiempos, mamá. Lo único que les interesa ahora es que sepas contar hasta 100 y que tengas todos los dientes en la boca, nada más." —Sonrío ante mi propia respuesta, pero a ella no le causa gracia mi comentario; es una mujer de iglesia y encerrada en la mentalidad de los 80.
—El diablo habita en todos lados. —Aferra ambas manos al volante, afectada completamente a lo que pasa y de lo que ha sido testigo. El camino hacia la institución no está muy lejos; Belleville no es un pueblo grande.
—La señora Dión me preguntó ayer cuándo llegaba a casa, si llevarías la tarta de frutilla el domingo. —Suspira con un leve fastidio en su tono de voz. Me pongo en alerta; Diana es una mujer a la que no hay que molestar mucho y menos hacerla enojar.
—Le he dicho toda la semana que sí, ¿esa mujer no entiende? —mira rápidamente el reloj y se da cuenta de que llevamos unos minutos atrasadas; aprieta el acelerador. —¿Vendrás conmigo el domingo? Lisa no quiere ir ya, esa niña...
—Iré contigo, mamá. Dejemos a Lisa descansar. —Me regala una mirada rápida y acaricia mi cabello. Estacionamos en el parking de la institución educativa; en la puerta de entrada está una joven muchacha de cabellos oscuros y mirada grisácea, esperando la llegada de algún bendito familiar. Nuestros ojos conectan y quita la expresión tensa de su rostro, cambiando por una sonrisa impecable.
—¡Al fin! —exclama con alegría. Mamá besa la coronilla de su cabeza y acaricia su mejilla. —Iré a buscar lugares —susurra de inmediato. Lisa frunce su ceño y noto que en realidad se ha marchado porque nuestro padre ha llegado. El hombre baja de un Chevrolet Suv, camina con seguridad hacia nosotras y, al llegar, sonríe.
—¿Cómo están, mis princesas? —pregunta y besa la frente de ambas, saca un cigarrillo y lo coloca en sus labios. Su mirada se pierde por las puertas donde segundos atrás, mamá ingresaba con rapidez. —Su madre no quiere verme, ¿verdad? —pregunta con el cigarrillo entre los labios y haciendo una fuerza sobrenatural para encenderlo. Lisa ríe con un tono de ironía.
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Impura
Random+18 🌻Venus, una talentosa bailarina exótica, ha perfeccionado el arte de ocultar su vida nocturna tras una fachada de normalidad. Durante más de dos años, ha dominado el equilibrio entre sus estudios universitarios y su trabajo, generando ingresos...