Capitulo 3 Malos entendidos.

133 19 1
                                    

Capitulo 3
Malos entendidos.

―Eres una tonta ―El bajo murmullo más parecido a un siseo logra poner mis pelos de punta ―Hacerlo indetectable fue inútil por tu culpa ―Continua aunque aquí no hay nadie más conmigo, no más que los guardias y caballeros que permanecen inmóviles vigilando mi celda ―Esta muriendo por tu culpa ―Añade logrando que en una fracción de segundo mi corazón se acelere significativamente ―En lugar de proteger a otros deberías ser consiente de la vida que lentamente se apaga en tu cuerpo.

―¿Qué...?

―Hay semillas que aunque las obligues jamás lograrán germinarán.

―¿Quien...?

―¿Necesita algo? ―Niego perturbada por ese espantoso susurro que desapareció dejando una inquietud en mi pecho ―Esta muy pálida.

―Estoy bien ―Miento sin moverme, mi corazón palpita tan rápido que sé que si me muevo los espasmos de mis manos delatarán lo asustada que estoy por voz que venía sin un ser con forma ―¿A dónde van los Caballeros? ―Indago para distraerme apenas noto que todos se están retirando.

―Les dieron una orden y ahora les dan otra ―Responde el guardia cuyo cansancio se evidencia en su rostro apenas escondido por unos cuantos vellos ―Su Alteza enfurecerá cuando regrese y no los encuentre.

―Dudo mucho que su interés sea mejor que el de la Reina ―Gimo espantada por el golpe que el recién llegado le da al pobre guardia logrando dejarlo inconsciente ―¿Qué están haciendo? ―Bramo moviéndome hacia atrás, con prisa lejos de su alcance por la nueva descarga de adrenalina ―¡Suelten! ―Vocifero queriendo dar batalla, cosa inútil, estoy tan cansada que no puedo hacer más que sacudir mi cuerpo por unos segundos ―¡Ayud..!

―Hay que darnos prisa, la orden fue clara.

―Esta mujer esta muerta ―Se echa a reír uno de los tres hombres que me sacan de la celda ―Veremos cuánto tiempo aguanta el castigo por su osadía.

―¡Suelten... bastardos! ―En menos de lo que me doy cuenta estoy colgando del techo en la misma habitación en donde hace menos de treinta horas estuve siendo golpeada por el hombre que posteriormente se suicidó ―¿Qué...? ―Gimo horrorizada por el atrevimiento del tipo que sin miramientos comienza a desnudarme, aún en contra de mis protestas sigue arrancando mis ropas hasta dejarme en mero camisón cubierto por el corsé ―¡Son unos cobardes! ―Bramo llena de impotencia y humillación por sus risas burlonas, gruño respirando agitada hasta que se me escapa el aire de los pulmones al recibir sin previo aviso el primer golpe, esta vez en mi espalda baja ―No... ―Aprieto la mandíbula sujetando con fuerza las sogas que aprietan mis muñecas ―¿Por qué lo hacen? ―Alzo la cabeza tensando por completo mi cuerpo ante el escozor que deja el madero contra mi espalda media.

―¿Quien lo hizo? ―Me grita el canalla antes de golpearme con la tabla de madera una vez más, golpe que me quema la piel logrando arrancarme gritos desde el fondo de mi garganta mientras que cuelgo del techo, al menos no me dejaron desnuda delante de sus ojos ya que la ropa interior de esta época cubre como un vestido de playa, sin embargo sé que lo hacen para humillarme, para de alguna forma obligarme a confesar, más no obtendrán nada, yo no formo parte del crimen, no tengo nada qué ver con lo que sucedió en contra del Príncipe.

―¡No sé! ―Respondo jadeante, desbordada por el dolor ―¡¡Ya le dije que no sé!! ―Se me escapa un alarido cuando vuelven a pegarme con la tabla, aprieto los dientes y cierro con fuerza los ojos mientras el dolor comienza a descargar las energías de mi cuerpo ―Dije que me haría responsable ¡¿Por qué insisten en golpearme?!

―Usted ofendió a alguien muy importante ―Gesticula sacudiendo la vara de madera en el viento hasta que logra conseguir un silbido ―Además de que la gente de su pueblo intentó asesinar al Príncipe delante del Rey, eso no la favorece en lo absoluto, le sugiero que sea sincera y diga quien más forma parte de esto ―Me da con la vara en las piernas por lo que se me escapa un nuevo y agudo grito, las lágrimas amenazan con salir en cualquier momento al sentir que ya no soportare más tan cruel tortura.

La maldición del PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora