Capitulo 19 La debilidad de un hombre cruel.

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Capitulo 19 La debilidad de un hombre cruel.

A los enemigos más cerca que a los amigos.

―Tiene sentido que piense así ―Me digo en la soledad de mis aposentos jugando con la rosa roja de seda que acabo de terminar ―Se bien que lo que nos espera no es sencillo ―Echo un vistazo a la ventana cuyo cielo gris anuncia que no tarda en llover.

―Mi señora ―Jenny entra con una bandeja con galletas, jugo de naranja y arándanos ―Debe alimentarse, la veo muy delgada.

Suspiro admitiendo que tiene razón, la ropa nada en mi cuerpo, con todo lo que ocurrió de seguro bajé unos cinco u ocho kilos si no es que más, sin embargo estaría más que feliz si se me permitiese una taza, aunque sea una diminuta taza de café.

―¿Indagaste sobre la situación del nuevo Refugio? ―Digo para distraerme de mi añorado café que hace mucho tiempo no saboreo, la expresión de mi joven compañera se torna amarga ―Descuida, me tiene sin cuidado quien se encargará de la administración, lo que me preocupa es el bienestar de los niños.

―A mi parecer las personas que contrataron no están capacitadas para trabajar con niños, ayer conocí a la mujer que atenderá a los pequeños huérfanos y me pareció más amargada que una solterona.

―Evidentemente no tienen idea de lo que están haciendo.

―No ―Jenny me entrega el vaso de naranja con una servilleta de tela color perla con bordes de oro ―Lo mejor será encontrar la forma de que los niños sean enviados a Baneva o a Tunebo, mientras menos estén bajo el techo de esas personas menos sufrirán su inexperiencia.

―Hacer eso atraería la atención de todos ―Digo luego de dar un par de sorbos a la bebida ―Se dice que el Rey mismo esta dirigiendo el proyecto.

―Estoy segura que esto lo hace para compensarla por todo ―Ella se acerca ―Se comenta en los pasillos que fue la Reina quien hizo que la golpearán así ―Casi que me atraganto con la galleta, clavo mis ojos en ella sin poder disimular la sorpresa de que todos lo sepan, para mí fue más que evidente que ella lo hizo, aquella madrugada lo dejó más que claro ―Fue por eso que el Rey la sacó ―Se inclina hacia mí ―Se dice que la Reina cubrió su rostro con un velo cuando salió del palacio, creen que el Rey la golpeó muy fuerte cuando se enteró.

―Vaya ―Jadeo sin disimular la sorpresa que me embarga, para nadie es un secreto lo orgullosa que es la Reina y dudo mucho, algo dentro de mí grita que ella no descansará hasta desquitarse, y que su ira será dirigida a mí ―Semejante locura.

―En mi opinión el Rey se había demorado...

―Jenny ―Con gesto serio la miro ―Conserva quieta tu lengua ―Exijo preocupada por la joven que si no tiene cuidado se puede meter en muchos problemas ―Aquí las paredes tienen oídos.

―Mil disculpas Alteza...

―Por mí no te preocupes, me da igual lo que ocurra en el palacio pero si me preocupas tú y los míos, así que mejor evita soltar comentarios así delante de otras personas, dudo mucho que a otros le sea indiferente escuchar a una sirvienta hablar con tanta libertad de la Reina.

―Entiendo ―Cabizbaja comienza a cambiar la ropa de cama pero la detengo ―¿Mi señora?

―Ya no estamos en Tunebo ―Explico sujetando sus manos para que se concentre en lo que le estoy diciendo ―Aquí cualquier cosa es usada de excusa para castigar a un sirviente, desgraciadamente no pude evitar que te pusieran la marca por lo que ahora perteneces a la corona, por lo tanto debo hacer el doble para mantenerte a salvo ―Su rostro palidece ―Ya no soy yo quien tiene que darte la carta de liberación, ahora es Azael o el Rey los únicos con el poder para liberarte, necesito que entiendas que tanto tú como Zamira corren peligro aquí, más que el que corremos Amira y yo ―Esta tan pálida que temo se desmaye ―¿Ahora entiendes que no era que quería regañarte sino que intento protegerte?

La maldición del PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora