Capitulo 25 Silenciosa tristeza.

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Capitulo 25 Silenciosa tristeza.

Es inaudito que siendo su propio padre, a él no le sea suficiente todo lo que ha tenido que vivir mi esposo por culpa de su propia familia, es inaceptable, despreciable que en lugar de protegerlo sean ellos mismos quienes lo lleven al matadero.

―¡¡Azael ya sufrió demasiado!! ―Bramo sin lograr contener el dolor que me estruje el pecho ―¿Su plan era hacer que me amara para que después sufriera por mi ausencia? ―A duras penas contengo las lágrimas ―Es usted despreciable.

―Antes que su padre soy el Rey, mi deber es hacer que mis hijos sean fuertes, sabios...

―Azael es superior en inteligencia, sabiduría y fuerza que el resto de sus hijos ―Siseo furiosa por la crueldad que acabo de descubrir ―¡¿No le basta todo lo que ha tenido que vivir hasta ahora?!

―El odio es un incentivo poderoso pero el amor... ―Niega con gesto pensativo antes de verme ―Nada hay más poderoso en este mundo que un hombre guiado por la mujer que ama.

―Es usted un monstruo ―Se me escapa un sollozo ―Mi esposo ha tenido demasiado de su familia, en el yace un odio tan grande que no lo deja vivir en paz y ahora... ―Miro al Rey ―Ahora que encontró un respiro insiste en que sufra... ¡¡Eso es repugnante!!!

―Todo padre está en la obligación de hacer de sus hijos hombres fuertes ¡¡La consideración y protección no hace más que formar hombres débiles!!!

―Un poco de consideración no hará de Azael un hombre débil ―Escupo temblando por la rabia que sin frenos circula en mi cuerpo, pensé que él se preocupaba por Azael, tontamente creí que en él mi esposo encontraría al padre que jamás tuvo y que estoy segura necesita, pero me equivoqué, es evidente que el Rey es incluso peor que su esposa, ambos tal para cual ―¡¡Mi esposo no necesita sentir más desprecio por su familia, de por si su odio hacia ustedes es desmedido!!

―Eso es bueno...

―No, no lo es ―Discuto ante el asombro del eunuco del Rey ―Es una bomba de tiempo, si no la controla les explotará en la cara.

―Conozco a mi hijo...

―No, no lo conoce ―El sorpresa en sus gestos de cierto modo me llena de satisfacción ―Azael es un hombre orgulloso...

―Cuyo orgullo dejó de lado en el momento en que se arrodilló ante ti para pedirte que no siguieras con el divorcio ―Menciona con la mandíbula apretada ―Estás haciendo que mi orgulloso hijo se olvide de lo que debe importarle, una insignificante mujer no arruinará mis planes ―Perpleja retrocedo un poco ante el creciente pánico que me embarga ―Mi hijo ya no te necesita, lo harás débil...

―¡¿Qué?! ―Se me escapa todo el aire de mis pulmones ―¿Pretende que lo deje?

―Ya cumpliste tu trabajo, es hora de que regreses a dónde perteneces.

―¡¡No!!! ―Grito fuera de mí ―No así, no puedo dejarlo así, Azael me necesita, yo lo necesito, lo amo... ¡No lo dejaré! Primero muerta...

―Envíen a por el profeta ―Ordena el Rey silenciando mis palabras ante el terror que me recorre entera al imaginarme la razón del porqué está solicitando la presencia del viejo que me trajo a estos días ―Es hora de que mi hijo deje de depender de una mujer que ni siquiera es de aquí.

―Majestad ―Me acerco y agarro la manga de su túnica color blanca con hilos dorados ―Por favor no lo haga, se lo ruego, Azael no se merece esto...

―Quiero un hombre sin ataduras ―Sisea tirando de su brazo para que lo suelte, al hacerlo me tambaleó ―Tú no fuiste más que un medio para un fin, ya no te necesito.

La maldición del PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora