Capitulo 47 Las artimañas de la Reina.

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―¡Vamos Azura, puedes hacerlo mejor! ―Rechino con furia mis dientes mientras vuelvo a embestir con fuerza en un certero intento por pegarle con la punta de mi espada enfundada en el pecho ―Te dije que podías hacerlo ―Respiro con dificultad por el ...

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―¡Vamos Azura, puedes hacerlo mejor! ―Rechino con furia mis dientes mientras vuelvo a embestir con fuerza en un certero intento por pegarle con la punta de mi espada enfundada en el pecho ―Te dije que podías hacerlo ―Respiro con dificultad por el ejercicio, desde que Sebastián se convirtió en mi entrenador se tomó muy enserio eso de ser mi maestro ―Te ves enojada ¿Es mi culpa? ―Niego dejando caer la espada que ya no me es tan pesada, hace cerca de 6 meses estamos entrenando en secreto, quedo exhausta pero no me quejo, la verdad poner en forma éste cuerpo era algo que tenia pensado pero que por falta de tiempo jamás había hecho ―¿Entonces?

―Es complicado ―Admito acercándome a la cantimplora para beber un poco de agua, desde que Azael se marchó sin despedirse siento que mi humor empeoró, el muy... no me despertó, creyó que una rosa en mi almohada menguaría mi mal humor al despertar y verme sola en mis aposentos ―Es mi Comandante ¿Verdad?

―El mismo ―Jadeo satisfecha por la cantidad de agua ingerida ―Cree que soluciona las cosas escribiendo todos los días ―Gruño furiosa por eso, lo echo de menos, tanto que me frustra tocar la cama de turno sin que él esté ahí esperándome ―¿A dónde iremos mañana? ―Su prolongado silencio llama mi atención ―¿Qué pasa? ―Sigo su mirada viendo a la distancia un par de ojos que brilla entre tanta penumbra, por alguna razón los vellos de mi nuca se erizan, estamos dentro de los muros del castillo, y sin embargo no son obstáculo para que la criatura salte de los enormes arboles hasta el borde del muro lo que indica claramente que esa cosa está dentro del pueblo ―Que belleza ―Suelto con sarcasmo ante la apariencia que es apenas alumbrada por una antorcha que yace en la columna del muro ―¡No estoy de humor para estupideces! ―Suelto harta de su constante persecución, esas cosas me siguen a todas partes, hace un par de meses estuvimos en Yaron y hasta allá me las encontré, parecen hacer mejor trabajo que los vigías que Azael me tiene para " protegerme" ―Largo de aquí ―Exclamo tirando una piedra que agarro del suelo hacia esa cosa que sorprendentemente se espanta por mi acto de valentía.

―Volvamos al interior del castillo ―Sugiere mi amigo que no pierde rastro de la criatura que volvió a posarse sobre las ramas de los arboles cerca del muro sur ―Es lo mejor por hoy.

―Concuerdo ―Le devuelvo la espada y camino delante de él que por precaución no enfunda la suya ―Mañana será la inauguración de la nueva plaza, todo debe estar perfecto ―Una vez en el interior del nuevo castillo que queda en Kaperi, me cambio y acomodo en la enorme cama para dormir el par de horas que faltan para que salga el sol ―¿Quién diría que hasta Kaperi se vería afectado por la guerra? ―La luna llena brilla en todo su esplendor en esta noche de Agosto afectando mi descanso, pues su resplandor da de lleno en mi cama, suspiro recordando que el 16 cumplí otro año más aquí ―Ya son 4 años desde que llegue aquí ―Cierta incertidumbre se acomoda en mi pecho, la zozobra de lo que no sé me pone nerviosa, pues no sé qué me depara el futuro, no sé cómo serán las cosas cuando vuelva a mi verdadera vida ―Ni siquiera sé si estaré viva cuando regrese ―Niego afligida, angustiada por las posibilidades, con pesadez me levanto para cerrar las cortinas pero algo llama mi atención, frunzo el ceño agudizando la mirada, una vez espabilada logro percatarme de que son antorchas, éstas se mueven como si las personas que la portan estuviesen haciendo rondas afuera de los muros, pero eso es casi imposible, todos los guardias que custodian parece haberse dado cuenta ya que se desata el caos, el grito de advertencia hace detenerse al posible intruso, pero una vez que se apaga el fuego que delataba sus ubicaciones no se logra saber en dónde están, trago grueso rogando a los cielos que no sean enemigos al acecho, Kaperi apenas si cuenta con los hombres necesarios para custodiar la ciudad, si los hombres afuera intentan entrar será el fin de la ciudad ―Momentos como estos son los que me encantaría estar en Tunebo.

La maldición del PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora