Capitulo 44 Sumergida en el fango.

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Algo me arranca de la comodidad del sueño, siento la necesidad de despertar y lo hago, pero lo que veo me despierta por completo.

Azael yace sentado en una silla al lado de mi cama, una vela lo acompaña, el hombre me dirige miradas iracundas, pestañeo creyendo por un momento que estoy equivocada pero no es el caso, el está ahí, furioso, tenebroso.

―Aza...―Que conserve el silencio me pone aún más nerviosa ―¿Alteza?―Me muevo lo suficiente hasta quedar sentada en la cama, me temo que me equivoque con la formula para la árnica, ciertamente no fue que la Reina usó un arma para herirme pero vaya, si que tiene la mano pesada ―Príncipe... ―Trago grueso comprendiendo la razón de su enojo, de nuevo logré eludir a su guardia, cuando salí ni me acordé de ellos y ahora que lo pienso, no fue que lo hice a propósito, simplemente seguí mi rutina como normalmente suelo hacerla, sin embargo parezco culpable, siempre me escapo, sé que lo hago y lo acepto pero esta vez puedo decir con certeza que no es así ―Acercate, vamos a descansar ―Me siento una niña que es reñida por su padre, aunque sinceramente mi papá no se comportaría así; por un momento pienso que Azael me va a hacer algo, luce frío, peligroso; intranquila como estoy poso la mirada en él una y otra vez sin saber cómo actuar hasta el punto que termina agotando mi paciencia ―¡¿Vas a seguir ahí como un lobo rabioso o vendrás a dormir?!―-Gruño furiosa sin obtener reacción alguna de su parte ―Bien bueno ¿Sabes qué? Me voy.

―Ni siquiera lo pienses ―Brama contenido, con los ojos perforando mi cara ―Me tienes al limite ―Ahora si se levanta ―Cada que me descuido haces algo, me es imposible controlarte ―No aparto la mirada de su aspecto descuidado, endemoniadamente seductor a pesar de su temperamento que yace a punto de explotar ―Ni mis hombres sirven para mantenerte en línea ―Posa sus manos en la cama con los brazos extendidos y su rostro hacia mi persona, el olor a whisky es lo primero que me alcanza, aunque no se ve ebrio puedo decir por sus pupilas que bebió y mucho ―Soy el Príncipe más temido por todos, el más despreciado y aún así... ―Se acerca acelerando significativamente mi ritmo cardíaco, el deje de amenaza no me pasa desapercibido ―Tú me haces quedar como un tonto ―Ahora si que no entendí ―Mis hombres son una burla cuando se trata de ser tu vigía, justo ahora ninguno quiere servirte de escolta ―No sé si eso es bueno o malo ―Mientras todos tiemblan al escuchar mi nombre, otros se ríen porque mi esposa es terriblemente increíblemente desobediente.

―Bueno...

―Mejor no digas nada ―Advierte tieso como una tabla ―Te lo advierto Azura, aprovecharé que estarás fuera del palacio, estoy muy seguro que con lo ocupada que estarás no tendrás tiempo para ponerte en peligro y si lo haces ―Evita que hable ―Quitaré a los Caballeros que protegen a tu madre, retirare mis tropas de Baneva y te aseguro querida mía, que no encontrarás la forma de proteger a tus amadas tierras. Es una promesa Azura, tenla en cuenta ―Ahora si dio en el clavo ―Por ahora lograste lo que nadie había podido hacer ―Suelta el aire retenido y se sienta en la cama cerca de mis piernas para luego volver a mirarme ―La Reina fue enviada al palacio del Ostracismo.

La maldición del PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora