Viéndolo todo desde una perspectiva pesimista, el panorama se ve realmente desolador, oscuro y turbio, tan turbio que quizás mañana tengamos que comenzar otra vez.
―Es... ―Me aclaro la garganta angustiada por las circunstancias, la situación es seria, creí que tendría el tiempo suficiente para realizar mis planes, la muerte del Duque, quitar a la Reina de en medio y por supuesto, que el Idiota y el Conde de la Parra para entonces ya no fuesen un problema para Azael, ansiaba que así fuese, estaba tan segura de que lo lograría que no me detuve a pensar en qué sucedería si las cosas cambiaran, y justo ahora tengo las consecuencias de mi falta de memoria ―Estoy bien ―Bajo la mirada cohibida por la fuerza de mis sentimientos, hay tantas emociones circulando por mi sistema que no puedo controlar el temblor de mis manos que inquietas palpan la armadura que cubre el cuerpo del hombre que tanto amo ―Solo que... ―Respiro hondo para infundirme fuerzas, buscando el coraje para enfrentar lo que sea necesario con tal de evitar una desgracia que nos sumerja en un infierno interminable ―No te esperaba... creí ―Trago soltando un suspiro, mi corazón agitado no logra sosegarse a pesar de que aplico todo mi esfuerzo en calmarme ―Que seguías en...
―No tienes color ―Murmura ignorando mis palabras, pestañeo aturdida cuando me sujeta entre sus brazos con una delicadeza, una ternura completamente ajena a él y ruego, suplico que no lo haga, que mi esposo piense bien las cosas y considere las secuelas que podría dejar el que actué en contra de su familia, le sería muy sencillo hacerlo, por supuesto seria demasiado fácil, él y sus hombres ya están dentro del Palacio ―Azura... ―Gimo victima de mis deseos, de esa sensación que me hace sentir en la gloria cada vez que él dice mi nombre ―Mi traviesa hechicera ―Sonríe pícaro y no entiendo porqué, que yo sepa me comporte relativamente bien durante su ausencia ―Vamos...
―Su Alteza ―El anciano se aclara la garganta llamando nuestra atención, Azael lo mira con recelo ―El Rey espera a la Princesa Azura ―El hombre que me tiene entre sus brazos frunce el ceño sin dejar de ver al anciano con molestia, recelo ―Alteza, será un breve momento, no tiene de qué preocuparse.
De hecho si tiene que preocuparse, y mucho.
―De acuerdo ―Mi esposo me deja ir ―Te espero aquí ―Me dice besando mi frente para luego sonreírme con sinceridad, una galantería que seca mi boca ―No me olvides.
Respiro entrecortadamente y sin dejar de temblar, asiento mordiendo mi labio inferior antes de atravesar el enorme marco de las inmensas puertas que dan al salón del trono, aprieto la tela de la falda de mi vestido entre mis manos con demasiada fuerza hasta que duele y mis dedos palpitan; en silencio me mantengo en medio del salón frente al Rey que no hace más que observarme en silencio mientras que yo me estoy muriendo por los nervios.
―Parece que ya sabe usted ―Él no es ni la sombra de lo que era, cuando lo conocí era un hombre regio, capaz y tenaz con un temperamento insoportable y autoritario, hoy luce pálido, sin fuerzas ni voluntad, sus gesto se ven cansados y débiles ―La condición de mi salud.
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La maldición del Príncipe
Historical Fiction¿Qué puede ser peor? ¿Que te rompan el corazón o que quieras retornar a cómo de lugar a tu verdadera vida? Creo que ambas. El hombre que amo me odia tanto que hasta que me quiso muerta, la vida que vivo sigue sin ser la mía y el mundo en el que est...