Capitulo 12 Colorido paisaje.
Verlo dormir se esta convirtiendo en uno de mis mejores pasatiempos, su gesto relajado, tranquilo me gusta, así luce cómo si no tuviese el peso del mundo sobre sus hombros, sin odio, Azael es un hombre con muchos demonios a cuesta, pero cuando duerme no están, es como si desaparecieran dándole al fin la oportunidad de estar en un lugar tranquilo, donde sus enemigos no lo alcanzarán por más que se esfuercen.
―Ha pasado por tanto, su vida ha sido cruel y sin embargo eso en lugar de derrotarlo parece que le dio fuerza para mantenerse de pie frente a sus enemigos ―Aparto la mirada de su rostro tranquilo y me quedo viendo el techo, hace un buen rato desperté, según el reloj de bolsillo que hay en mi mesa, son cerca de la una de la tarde ―No puedo seguir echada en esta cama sin hacer nada ―Musito recordando todos mis deberes, unos que si sigo dejando para después se acumularán tanto que un mes no me alcanzará para hacerlos. El llamado en la puerta me inquieta un poco, Azael luce tan dormido que no quiero que nada perturbe su sueño, lentamente me levanto, envuelvo mi cuerpo con el sobretodo y atiendo el llamado de Jenny.
―Su Alteza, el Príncipe Edwar quiere verla.
―¿A mí? ―Cuestiono extrañada por su presencia aquí, creí haber escuchado que se había marchado temprano a cumplir con la orden del Rey ―No quiero verlo...
―Me advirtió que si usted no lo recibía, él vendría hasta aquí.
―Ése... ―Gruño en voz baja maldiciendo su nombre un par de veces, sé bien que si no bajo a verlo hará lo que dijo, ése hombre es capaz de eso y de más, hasta ahora mi instinto no deja de suplicarme que me aleje y por supuesto estoy muy dispuesta a hacerle caso ―Iré a verlo, necesito que me ayudes a vestirme en silencio, mi esposo esta dormido.
―Si Alteza ―Una vez lista en compañía de jenny salimos de mi habitación dejando a Azael ahí, rendido y ajeno a la visita que estoy segura lo enloquecerá si se entera ―Esta por aquí ―Jenny señala el pasillo, bajamos la escalera y a la derecha, en una pequeña habitación que da el jardín, ahí esta el hijo de la mujer que tanto daño me hizo estos días.
―Me temo que su presencia aquí sobra ―Escupo inexpresiva, desconfiada mantengo las puertas abiertas, despido a Jenny evitando a propósito ofrecer algo para beber, él es un intruso que definitivamente no quiero tener cerca ―¿Qué necesita?
―Como siempre al grano Princesa ―Sonríe recorriendo mi cuerpo con su macabra mirada, una que jamás me ha gustado, a pesar de ser Azael el señalado por Siniestro, por malvado es él, el hombre frente a mí quien tiene una mirada espeluznante, terrorífica ―Ansiaba saber cómo estás.
―Estoy bien ―Respondo seca, hostil ―Ya vio usted que me encuentro bien ―En silencio señalo la puerta para despedirlo, pero él se hace el tonto que no entiende la indirecta ―Le pido amablemente que olvide el camino hasta aquí.
―Quise obligar al médico para que te viera ―Dice ignorando mi exigencia ―Intenté por todos los medios que fuese pero se me dijo que el Siniestro lo impidió.
―Mi esposo envió a su médico de confianza ―Le dirijo una mirada gélida advirtiendo en silencio que frente a mi persona no se exprese así de él, es claro que hasta ahora nadie ha puesto en su lugar a éste hombre, pero lo que más me irrita es que nadie ha defendido al Príncipe, si ésta es la forma en que lo han tratado todos estos años no me sorprende que los desprecie tanto, no es que justifique su proceder, querer asesinar a toda la familia es excesivo pero en algunas ocasiones hasta necesario ―Le agradezco su intención pero recuerde, mi esposo es quien tiene que ocuparse de mí.
―¡Él no sabe cómo debe tratarte! ―Explota con el rostro rojo de cólera, dando un poco de miedo si soy sincera, mientras que Azael se ve irresistible vestido con su armadura, el Idiota se ve perverso, amenazador ―Si lo supiera no estarías recuperándote.
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La maldición del Príncipe
Historical Fiction¿Qué puede ser peor? ¿Que te rompan el corazón o que quieras retornar a cómo de lugar a tu verdadera vida? Creo que ambas. El hombre que amo me odia tanto que hasta que me quiso muerta, la vida que vivo sigue sin ser la mía y el mundo en el que est...