Capitulo 52 Decreto real.
Entre vivir mil vidas haciendo lo mismo y vivir una sola luchando por ser feliz, prefiero vivir una sola vida por aquel a quién amo, que vivir mil vidas vacía e infeliz.
―Dejar a mi hermana sola no me parece una buena idea ―Me digo repentinamente inquieta e insegura por lo que pueda pasar si abandono mi casa ―Pero... quiero saber... necesito saber... ―Murmuro preocupada, el corazón me late desbocado y mi pulso a mil anticipando lo que nos espera.
―Es urgente Milady ―Insiste el General que no pierde detalle de lo que hago ―Su Alteza.
―No puedo abandonar la casa ―Miro en interior en donde se encuentran mis hermanas y sus hijos, uno aún sin nacer ―Se lo prometí al Azael, pero... ¿Qué hago? ―Seco el sudor en mis manos con mi vestido ojeando la casa con temor por mi hermana ―Tengo que ir ―Lo medito por un momento, sé que Amira y Catalina estarán a salvo una vez se escondan dentro del pasadizo, nadie más que nosotras y Azael sabemos de su existencia por lo que eso me tranquiliza, con Catalina junto a mi hermana nada le sucederá, para mi suerte la joven Princesa es bastante astuta y sabia, pero... ¿Y si me equivoco? ―Trago grueso formando una línea con mis labios, el órgano en mi pecho comienza a doler por la zozobra en la que estoy viviendo justo ahora, poso mi mirada en Amiguito, ni siquiera me había dado cuenta que estaba ensillado y listo esperando por mí. Vuelvo a ver al General ―¿Me escoltará de regreso aquí cuando termine de hablar con el Rey?
―Sigo ordenes de su Majestad, Alteza si él me ordena que la traiga de regreso le doy mi palabra que nadie podrá acercarse a usted hasta que esté dentro de la casa de la bondad ―No de gratis es el mejor General del Rey, los Caballeros reales son incluso mejores y capaces que los Caballeros Siniestros, y eso es demasiado siendo que Azael es el comandante de los mismos, mi esposo trabajó por años para alcanzar el respeto que ha infundido y aún así el hombre frente a mí seguramente puede darle batalla ―Lady Azura...
――Vamos ―Acepto pero al hacerlo siento que se instala un enorme peso en mi estómago ―Deme un momento ―Regreso sobre mis pasos hasta entrar en la habitación de mi esposo, cojo el arco y el cajac con las flechas deteniéndome un momento a ver el pequeño cuchillo con mango de madera color marrón que hay a unos centímetros de mis manos, lamo mis labios y sin dudarlo mucho lo agarro y guardo en el bolsillo derecho de mi falda y procedo a escribir tres cartas que serán enviadas a las aldeas ―De ocurrir algo ellos deberán estar alertados, ya que el Idiota quiere derramar sangre ¿Qué mejor que poner al pueblo en su contra si me pasa algo? ―Recojo mi capa y me la pongo para luego esconder dentro de ella mis armas, le entrego los sobres a Zamira quién se cubre a su vez con una capa y sale sin perder tiempo a cumplir con lo que le he pedido ―Cuidate por favor ―Pido a la joven viendo su espalda mientras se aleja ―Vamos ―Digo al General, respirando hondo salgo de la casa y monto para seguirlo hasta que media hora más tarde estamos afuera de los aposentos reales ―Pensé que vería al Rey en el salón del Trono.
ESTÁS LEYENDO
La maldición del Príncipe
Historical Fiction¿Qué puede ser peor? ¿Que te rompan el corazón o que quieras retornar a cómo de lugar a tu verdadera vida? Creo que ambas. El hombre que amo me odia tanto que hasta que me quiso muerta, la vida que vivo sigue sin ser la mía y el mundo en el que est...