Las tétricas risillas de sus marines resuenan por toda la cueva mientras sus corpulentos cuerpos rodean a Los Perdidos, quienes se mantienen en una posición de alerta; me escondo entre la oscuridad y observo detenidamente lo que ocurre.
¿Qué demonios hace Garfio aquí?
—¿En dónde se encuentra ese insolente de Pan? —pregunta, envolviendo el lugar en un tenso silencio antes de que Rufio decida incorporarse y hablar:
—¿Pan? No creo haber escuchado ese nombre jamás ¿y vosotros?
—No, no me resulta familiar.
—¿Será una especie de criatura?
—¿Una sirena?
—¿Una planta, quizá?
Mis pestañas revolotean, trato de cohibir mi risa ante la escena y dejar expuesta mi posición, mas las carcajadas de Los Perdidos resuenan por las paredes. El Capitán Garfio respira con profundidad y chasquea los dedos; súbitamente, sus tripulantes desenvainan sus armas y apuntan a los muchachos con ellas, acallándoles la gracia del momento. Aprieto los labios y trato de pensar ingeniosamente, mas no consigo hallar ninguna idea que pueda servir de ayuda. Piensa, Mavis. Piensa. El taconeo de Garfio reclama mi atención cuando su esbelta figura se aproxima apaciguadamente hacia Rufio, quien —desarmado— no apresura en moverse de su lugar al advertir la amenaza que apunta hacia él y los demás; en ese instante, el Capitán aprovecha y le agarra del cuello, amenazándole con el garfio sobre su mejilla y provocando que una oleada de gritos reclamantes sucumba por parte de Los Perdidos.
—No querría extenuar mi voz y repetirme —endurece el Capitán—. Dime en dónde se encuentra Peter Pan.
Rufio niega temerosamente con la cabeza; intento encontrar alguna idea que me permita ofrecerles ayuda para huir, mas la bombilla de las ideas se ilumina cuando pienso en qué haría Peter en mi lugar. Oh, eso es. Rápidamente, intento mantener la concentración para hallar alguna distracción necesaria.
—¡Dime dónde está!
El grito de Garfio me estremece cuando atisbo cómo fácilmente zarandea el cuerpo de Rufio.
—N—No lo sé...
—¡No lo sabemos!
—Lo prometemos.
—A veces desaparece sin más.
El Capitán gesticula una mueca disconforme.
—¡Calumnias!
—¡Es cierto!
—¡Lo juramos!
La presión me obliga a apresurarme, más la presencia de un objeto extraño en mis manos me alienta a descender mis ojos y advertir de una bolsita; frunzo el ceño y la abro, hallando un reloj de bolsillo dentro de ella. Pero ¿qué...? ¡Oh!
Ágilmente, rodeo el lugar en silencio, gateando lentamente hasta encontrarme tras los piratas; el corazón me late con ímpetu y presiento la adrenalina recorrer todo mi cuerpo, mas trato de calmarme y me arrastro, maquinando previamente el reloj antes de enterrarlo bajo el barro y retroceder para retornar a mi posición inicial y cargar el arco con una flecha que apunto directamente hacia el garfio del Capitán.
—Me he hastiado de vuestras insolencias y falacias —gruñe ferozmente el Capitán, alzando el garfio hacia Rufio.
Los reclamos de Los Perdidos suplican clemencia, mas el barullo se disipa cuando el distintivo y peculiar tic—tac genera resonancia entre las paredes de la cueva; los piratas, conjuntamente a su capitán, cruzan miradas entre sí y sus rostros exponen su palidez. Los Perdidos, totalmente ajenos e incrédulos a lo que está sucediendo, examinan sus alrededores, siendo el pequeño Noah quien me halla en medio de la oscuridad; la iluminación de sus ojos me obliga a reprimir sus emociones mediante señas.
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WANDERLOST
FantasyNo existe peor sensación que ser despojada de tu niñez y ser consciente de que un examen de admisión a la universidad decretará tu nueva vida como adulta, y más cuando has sido criada con una madre que nunca ha perdido su oportunidad para transporta...