CAPÍTULO XXVII.

71 8 0
                                    

Aprieto los párpados con furor; el lejano sonido de las gaviotas se torna más nítido a medida que despierto. Me duele la cabeza y el leve zarandeo al que estoy expuesta no mitiga el mareo que siento; intento moverme mínimamente, mas me es imposible, estoy maniatada a un objeto grueso. Mis pestañas revolotean en un esfuerzo por despejar mi visión y agraciarme con lo que me rodea; me encuentro en el Jolly Roger y frente a mí distingo vagamente unas relucientes y majestuosas botas que taconean pacientemente mi despertar. Izo la cabeza con desorientación debido a la golpiza que he recibido. Maldición, blasfemo al notar el metálico sabor en mis labios.

—Bienvenida de vuelta, querida; no deberías perderte la fiesta que está por comenzar.

La temible voz del Capitán Garfio acapara mis oídos, desvelándome del trance al que me encuentro sometida; parpadeo y ladeo la cabeza antes de mirarle y ojear el alrededor. La figura de Félix se encuentra junto a Rufio y otros Perdidos alrededor de todo el mástil, atados con una cuerda; a su vera, yacen perecederos los cuerpos de Berel y Noah y frente a mí, se ubica Peter, atado a una estaca rodeada de sogas que le mantienen cautivo e inmovilizado. Mis ojos se desorbitan al verle malherido, mas mi atención danza hacia Garfio, quien sonríe triunfante mientras se acuclilla ante mí y me agarra la barbilla, rozándome la herida del labio antes de chasquear la lengua y refutar con desaprobación.

—Oh, querida; mira cómo te han maltratado los bárbaros de mi tripulación.

—No os atreváis a tocarla, Garfio; no tiene nada que ver con esto, libérala.

La ronca amenaza de Peter, acapara el total interés del Capitán, quien no demora en desviar sus frívolos ojos hacia él mediante una sonrisa que le estimula a alzarse y despojarse de una espeluznante carcajada a expectación de todos los presentes.

—Ambos somos conscientes de que no es del todo cierto, Pan —advierte.

—Me queréis a mí, no a ella —gruñe, inquieto ante sus ataduras.

El Capitán ladea la cabeza y dirige apaciguadamente sus andares hacia él.

—Mas no sería igual de divertido; así no es cómo funcionan las cosas para ti, ¿cierto, Peter? —sisea, tirándole ferozmente del cabello hacia atrás para así poder encararle; Peter gruñe debido a la molestia y fulmina a Garfio, quién se mofa de él sin precedentes: —. Oh, mírate; quienquiera que te viese, afirmaría sin titubear que tus distracciones han debilitado el ímpetu de tus propósitos.

Un escalofrío invade mi cuerpo; Peter se remueve con más brusquedad al advertir sus pretensiones, mas no se priva de soltar una risilla amenazadora:

—Como tengáis la ocurrencia de dañarla, Garfio, juro que...

—Sin tu magia no eres nada —irrumpe en un murmurio, despojándole de su agarre con brusquedad—. Deberías guardar silencio como todo un buen mozo.

Mis pestañas revolotean, mas mi cerebro parece espabilarse lo suficiente al ver una oportunidad de sonsacarle toda la información posible:

—¿Cómo lo supisteis? —pregunto, desorientando su total atención hacia mí; Garfio ladea la cabeza.

—¿Saber qué, querida? —desconcierta con fraudulencia.

—¿Cómo supisteis donde encontrarnos? ¿Quién os lo dijo? —insisto.

Las pestañas de Garfio revolotean en desconcierto al quedarse reflexivo por unos meros segundos, mas no los suficientes para desprevenir la sutil sonrisa que —en ese momento— decide acechar su comisura bajo el impetuoso bigote.

—¿Por qué consideras que he sido dotado de información, mas dicha no ha sido cedida por mis propios medios? —interpela, curioso.

Simulo una sonrisa divertida. Maldito pirata.

WANDERLOSTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora