CAPÍTULO XXXVIII.

37 6 0
                                    

Ante la expectación del momento, desconozco el instante exacto en el que hemos retornado a la playa y hemos sido aclamados entre los gritos de felicidad por parte de todas las criaturas de Nunca Jamás.

La guerra contra Garfio, ha concluido, y —junto a él— su plan de gobernar la isla.

Tanto pieles—rojas como Perdidos, corren por la playa para abrazarse unos a otros sin contemplación, celebrando el retorno de la ansiada paz que ha peligrado y cuyo desequilibrio se ha llevado consigo a más de una vida injustamente. Atisbo ante mí, las lágrimas de alegría y las sonrisas que tanto se habían perdido en el transcurso de la ardua batalla; mas no soy testigo de uno de mis anhelados sueños de niña ahora mismo, sino de una realidad que he ayudado a realizar. Y me siento plena por ello. Me siento feliz.

El Gran Jefe se aproxima a Peter y le abraza como sólo un padre podría abrazar a un hijo, mientras le agradece su dedicación y esfuerzo por devolver la armonía al hogar que tan dificultosamente habían logrado hallar, invitándole a festejar junto a él y su poblado. El ojiverde asiente y acepta todos los elogios que recibe, al igual que yo, cuando las hadas se me aproximan y me gratifican las hazañas. Si bien, no puedo evitar simular una risilla cuando atisbo a Zulu y a Campanilla aproximarse:

—Lo has conseguido —felicita el hada, dejándose caer sobre la palma de mi mano para reposar en ella.

—Tú también posees tu propio mérito, ¿cómo has logrado atraer a Tic Tac hasta el Arrecife?

Ella se encoge modestamente de hombros y revolotea coquetamente sus pestañas.

—Digamos que hemos tenido que mosquearle... un pelín.

Su declaración me instiga a parpadear ligeramente y desencajar mi mandíbula.

—¿Le habéis molestado para atraerlo?

—¿Y qué querías que hiciese? ¡Esa bestia es horrible! ¡Agradéceme!

Cedo a la risilla que me precede y le acaricio la cabecita con dulzura, mitigando el color rojizo que ha tratado de protagonizar su minúsculo cuerpo. Sin dilación, me la aproximo y la observo con atención:

—Gracias, Campanilla.

El hada me otea por encima de su pequeño hombro, mas su orgullo se encabeza a su propia modestia y la incita a gesticular un sutil fruncimiento de labios.

—Si existe una próxima vez, te encargarás tú ¿verdad, Zulu?

El colibrí revolotea eufóricamente y asiente, alentándome a reír.

—Hecho.

Campanilla no dice nada, mas puedo advertir de la sonrisilla que se le forma en una de sus comisuras; hada orgullosa.

—Así que tú has sido quien ha atraído a Tic Tac hacia nosotros.

La voz de Peter a nuestras espaldas nos causa un brinco; mis pestañas revolotean y giro en mis talones con Campanilla aún en mis manos, cuya parece palidecerse al atisbar al ojiverde encarado con ella. Aprieto los labios y observo la escena, donde distingo a Peter simulando una sonrisa traviesa hacia el hada, logrando inquietarla.

—Hubieseis muerto de no ser por mí —refunfuña, eludiendo su mirada tan penetrante—. Además, lo he hecho por Mavis.

Peter humedece ligeramente sus labios e inspira hondo; es consciente de la actitud tan extrema de Campanilla, mas decide no ceder a su recelo y exhibe una sonrisilla a medida que me ojea con complicidad.

WANDERLOSTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora