Continúo tarareando la extraña melodía de las sirenas mientras recolecto los frutos rojos de los arbustos; desde lo ocurrido con Peter me he mantenido lejos de él y con sus palabras retumbando en mi mente. Suspiro; los días transcurren y no he encontrado ninguna forma de huir, me siento impaciente e inquieta.
—No te comas las azules.
Su voz se aclama a mis espaldas; ruedo los ojos y detengo mi pretensión de agarrar los frutos azules, desviando mi atención sobre él y distinguiendo su figura apoyada en el árbol que se encuentra detrás de mí.
—¿Deseas continuar con la discusión?
Su leve risa acaricia mis oídos a medida que sus pasos se aproximan a mi posición; no me digno a cederle mi atención y continúo recolectando frutos hasta que la cesta se abastece de ellos y decido incorporarme para danzar mis andares nuevamente hacia el campamento.
—¿Sigues molesta?
Su repentina aparición frente a mí causa que dé un brinco que me detiene. ¡Maldita sea! Inspiro con fuerza y me cohíbo de arremeter mi furia contra él.
—Desaparece de mi vista.
Me hago paso y le golpeo el hombro; su risa reaparece en mis oídos juntamente a su presencia. ¡Oh! ¡Por favor!
—Vamos, Mavis; han transcurrido tres días desde entonces.
Pero ¡será...!
—Me es indiferente, déjame tranquila.
El ojiverde me impide mis pretensiones por retomar mi caminata y se aproxima a mí, recogiendo un fruto de la cesta para comérselo.
—Eres demasiado rencorosa como para tener un rostro tan hermoso.
Ruedo los ojos.
—Y tú un maldito narcisista e indiferente egoísta, ¡te he dicho qué...!
—Silencio.
Su inesperada orden me desconcierta cuando sus ojos se oscurecen y observan el entorno. Pero ¡será...!
—¡Cómo te...!
La mano de Peter me acalla, privándome de seguir objetando. Su repentino gesto provoca que las pestañas me revoloteen inquietas; su cuerpo me acorrala contra el tronco de árbol y su mirada indaga por nuestros alrededores de forma ansiosa. Me agito bajo su cuerpo, acaparando su atención, mas su dedo se posiciona sobre sus labios, demandándome silencio.
—Calla —ordena, reiterando su búsqueda. Maldita sea, me digo antes de dar un mordisco a su dedo para liberarme—. ¡Ay!
—¿Qué está ocurriendo?
Me aturdo ante su interjección.
—Guarda silencio o nos encontrarán.
¿Encontrarnos? ¿Quién?
Gesticulo una mueca; no comprendo qué está ocurriendo ni por qué el ojiverde se encuentra tan inquieto.
—¿A quiénes te refieres? ¿Peter...?
No responde, más sus dientes pellizcan su labio inferior, reanudando otra efímera inspección con sus ojos antes de que su mano me agarre de la muñeca y me obligue a seguir sus andares a través de la selva.
—Debemos irnos.
Mis pestañas revolotean inquietamente; una oleada repleta de desconcierto abate contra mi mente. ¿Por qué está actuando de esta forma tan extraña? ¿Existe algo en la isla a lo que Peter teme? La propia hipótesis me incita a preguntar:
ESTÁS LEYENDO
WANDERLOST
FantasyNo existe peor sensación que ser despojada de tu niñez y ser consciente de que un examen de admisión a la universidad decretará tu nueva vida como adulta, y más cuando has sido criada con una madre que nunca ha perdido su oportunidad para transporta...