CAPÍTULO XXIV.

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Frunzo el ceño y gesticulo un mohín adolorido. ¿En dónde estoy? Parpadeo y permito que mis pestañas revoloteen para despejar y aclarecer mi visión; el tenue relejo de los rayos solares se adentra en el lugar donde me hallo, mas no de forma a la que estoy acostumbrada. Advierto de que no me encuentro en mi cabaña.

¿Dónde estoy?

—Al fin despiertas; posees un sueño bastante profundo.

La reconocida voz de Peter me alienta a desviar mis ojos hacia él; su figura reposa sobre una exótica y antigua mecedora.

—¿Cuánto he dormido?

—Hasta el atardecer.

Maldita sea.

—¿Qué es este lugar?

Mi cuestionario en mi tono adormilado le causa una severa risilla.

—En mi alcoba.

¿En su...? Analizo vagamente mi alrededor, reconociendo lentamente el lugar. Yo he estado aquí antes, reflexiono en mis adentros cuando rememoro las finas cortinas de seda traslúcida que cuelgan del gran ventanal. Espera...

Me incorporo con lentitud de la exótica cama, advirtiendo de la cómoda y el baúl junto al estante; una chispa se enciende en mi cabeza. Un momento.

—Fuiste tú... —reflexiono en alto, observando mi alrededor y desviando mis ojos hacia el verde esmeralda de los suyos—. Tú me recogiste de la playa.

Peter alza levemente su comisura y suspira.

—Sí.

Mis pestañas revolotean nuevamente, aunque con mayor agitación; mi cabeza da comienzo a recordar mi primer día en la isla y el cómo terminé aquí, traspasando miles de imágenes sobre lo que ha ocurrido hasta el momento. Mi corazón da un vuelco al empezar a entender por qué estoy aquí. Un momento, un momento.

—La estabas esperando a ella, ¿cierto? —mascullo, percibiendo una congoja afiliarse en mi pecho con gran ímpetu; mis ojos se clavan sobre él, sin cohibir la súbita oleada de tristeza—. Mas Sombra me trajo a mí en lugar de a Wendy.

Mis palabras le acechan furtivamente, desorbitándole los ojos; traga saliva, mas no se priva de asentir.

—Sí.

Así que era cierto.

Me alzo pausadamente de la cama, sin saber hacia dónde mirar. Un gran cúmulo de emociones abaten contra mí; sentimientos que nunca antes había vivido y cuyos cuales me son difíciles de gestionar.

Espera un momento. Espera. Un. Momento.

Me inquieto; todo comienza a recobrar sentido.

—Ésa es la razón por la que tu anhelo por deshacerte de mí siempre ha sido tan vasto como tu ansia por mantenerme aquí —afirmo, llevándome las manos a la cabeza y peinándome mediante una risilla nerviosa—. ¡Oh! Qué estúpida...

Peter se levanta de la mecedora, ladeando la cabeza con desconcierto.

—¿Mavis?

Giro en mis pies, encarándole anonadada.

—Soy tu último recuerdo de Wendy —recalco, percibiendo el picor en mi nariz y el llanto asomárseme por los lagrimales al no dar a crédito con la situación que se ha presentado ante mí; sus pestañas revolotean inquietamente, deteniendo en seco sus pretensiones por acercárseme—. El instante en el que nos conocimos...

—No.

—Sí —insisto, aproximándome a él, quien trata de recular; sus facciones se mantienen atónitas ante mis explicaciones, podría decir (incluso) que al borde del llanto—. Soy la excepción que confirma la regla; ¡oh, madre mía...!

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