El revoloteo de unas alas me estimula a entreabrir los párpados; advierto de la pequeña —y conocida— figura del colibrí agitarse frente a mí. Me incorporo con lentitud y le sonrío.
—Buenos días —bostezo—. ¿Cómo me has encontrado?
Él ladea su cabecita y río, incorporándome y cubriéndome con la sábana antes de dirigirme hacia el tocador y recoger algunas frutillas que tengo recolectadas sobre un bol; se las ofrezco y picotea mientras me dispongo a alimentarme también. Miro fijamente sus movimientos antes de advertir su proximidad y caricia sobre mi cara:
—Me entiendes —afirmo, recibiendo un asentimiento por su parte; sonrío y ladeo la cabeza—. Debería ponerte un nombre.... ¿qué te parece Zulu? —Sus alas revolotean enérgicamente, haciéndome reír, mas atisbo cómo aletea rápidamente hacia la puerta y frunzo el ceño: —¿Quieres que te siga?
Zulu vuela inquieto; me apresuro y me acicalo antes de alistarme, resguardando las frutillas en mis bolsillos y equipándome con una cantimplora mientras direcciono mis andares hacia la puerta y desciendo ágilmente del árbol para seguirle.
Desayuno las frutillas junto a Zulu mientras camino por los senderos de la frondosa selva; los cantos de las aves y los sonidos silvestres acaparan mis oídos y la calidez del sol me acalora.
Nos adentramos en una espesa arboleda; Zulu se anima y revolotea con inquietud, forzándome a mantener su ritmo mientras intento no tropezarme hasta que mis pasos arriban a una amplia y luminosa hondonada. Advierto de un enorme árbol al centro, cuyo tronco es tan grande que su propio grosor provoca el sobresalto de las raíces en la tierra; deslumbro unas pequeñas lucecitas deambular entre sus ramas a medida que nos aproximamos e inconscientemente apaciguo mis andares para observar con detención. Las lucecitas asemejan a las luciérnagas, mas sus sonidos tintineantes me desconciertan a medida que me dirijo hacia el árbol; es grandioso y majestuoso, envuelto de las lucecitas que lo revolotean. Me aproximo en silencio y analizo decorosamente una de ellas, cuya se detiene frente a mí sobre una de las raíces; mis ojos se desorbitan al distinguir unas brillantes y translúcidas alas, cuyas desprenden un curioso polvillo dorado, y el minúsculo cuerpecillo de apenas un palmo de altura.
Oh, madre mía.
La criatura advierte de mi atónita presencia cuando Zulu absorbe el néctar de una de las flores; su minúsculo ser se eleva y aletea hacia mi cuerpo paralizado. Trato de distinguir su figura entre el blanquecino resplandor que desprende su pequeño cuerpo mientras el tintineo resuena en mis oídos. Sus ojitos azules parpadean y me miran con curiosidad; su carita es redonda y rechonchona, su fino cabello rubio se encuentra recogido en un peculiar moño mientras que sus rojizos labios acentúan sobre el brillo que emite su minúsculo cuerpo, recubierto de una hoja amoldada a su figura de avispa. Oh, madre mía.
Ladeo la cabeza, observando cómo imita mis acciones hasta rotar todo su ser. Río y alzo mi dedo cuidadosamente, anhelando un ápice de contacto con ella; no titubea y levanta su manita, posándola sobre mi yema. Una súbita brisa repleta de brillante polvo embiste contra mí; cierro los ojos, mas cuando los abro percibo mis pies no tocar la superficie. Entro en pánico al descender mi mirada; estoy levitando.
Me río inquieta debido al asombro y al ápice de temor que me envuelve; retorno mi vista hacia la criatura, cuya —en un divertido gesto— deshace su contacto conmigo y provoca que mi levitación se esfume. Caigo y grito, mas ella revolotea ágilmente por mi alrededor y me cubre del extraño polvo, devolviéndome al vuelo. Oh, madre mía. Con torpeza, trato de equilibrarme, apaciguando mi nervioso corazón del gran susto. La pequeña se encara conmigo y ríe mediante sonidos tintineantes.
—Eso ha sido muy cruel por tu parte —digo, riéndome junto a ella—. ¿Eres un hada? —Ella asiente con énfasis—. ¿Tienes algún nombre? —El hada afirma; su expresión y movimientos desprenden tintineos inquietos—. Ojalá poder entender qué me dices —honesto; ella ladea la cabecita y reflexiona mis palabras antes de aproximarse a mi rostro y ceder a que una cálida luz destellante me ciegue y una vocecita resuene en mi cabeza cuando besa mi frente—. ¿Campanilla?
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WANDERLOST
FantasyNo existe peor sensación que ser despojada de tu niñez y ser consciente de que un examen de admisión a la universidad decretará tu nueva vida como adulta, y más cuando has sido criada con una madre que nunca ha perdido su oportunidad para transporta...