Ignoro cuánto he caminado sin rumbo fijo, mas percibo la caída del atardecer gracias a los llamativos colores anaranjados del cielo y la fresca brisa acariciando mi rostro. Me siento agotada y soy consciente de que me he perdido en mi paseo; no consigo situar mi posición para volver al campamento.
Detengo mis pasos, cediéndome un momento para hacer una respiración profunda y eludir el estrés que no deja de acecharme insistentemente. No obstante, frunzo el ceño cuando mis oídos acaparan el sonido de una cascada, provocando un ápice de emoción en mí. ¡Agua!
Sin titubear, apresuro mis pasos, guiándome por el son y hallando a unos escasos metros una pequeña laguna rodeada de bajas colinas rocosas; advierto de una gran y prominente cascada que para a una cristalina agua, cuya exhibe su fauna marina con total nitidez. Sonrío y decido acercarme para maravillarme con el bello oasis, tentándome por explorarlo. Mis ojos analizan mi alrededor y aseguran mi soledad en el lugar, alentándome a despojarme de mis sucios ropajes y adentrarme en las aguas; su frescor me estremece, mas me envalentono a bucear las profundidades y agraciarme con la purificación y limpieza de mi piel rasguñada y astrosa, sintiendo —por un segundo— como mis preocupaciones se disuelven.
Mis dedos acarician sutilmente las aguas; me he permitido nadar y explorar cada rincón de la laguna, hallando toda especie de vida diferente y colorida en sus adentros, mas el cansancio me ha obligado a refrenar mi actividad y reposar sobre una de las rocas base de la cascada. No obstante, mi apaciguada ocasión se disuelve cuando el sonido de un chapoteo irrumpe mi armonía. Frunzo el ceño, mas decido adentrarme hacia la cavidad rocosa de la cascada, cediendo a que el agua me cubra del exterior. Me inquieto, mas no me muevo de mi posición y mantengo mi alerta a medida que las salpicaduras se manifiestan con más vigor, acompañadas por unas risas. Ladeo la cabeza, extrañada. Pero ¿qué...?
—¡Intrusa!
La voz femenina me sobresalta cuando, súbitamente entre las aguas de la cascada, aparece la cabeza de una preciosa chica rubia que me observa con curiosidad. Mis pestañas revolotean mientras trato de procesar la situación, mas la extraña chica desaparece y las risitas resuenan en eco. Gesticulo un mohín y decido exponerme; sin embargo, me palidezco cuando atisbo frente a mí —sobre las rocas emergidas de la laguna— un pequeño grupo de muchachas hablando y riendo mientras chapotean y juegan en las aguas. Mis ojos se desorbitan cuando el reflejo de un destello abate contra mí, alentándome a observar —y distinguir— a duras penas las majestuosas y alargadas colas de pez, cuyo color aguamarina resalta debido a sus ligeros tonos plateados. Percibo mi corazón dar un vuelco; ¿...sirenas?
La tensión me invade cuando una oleada de ojos violáceos se posa sobre mí; sus cuerpos se sumergen ágilmente y nadan hacia mi posición a una gran velocidad, logrando acorralarme en la cascada. Me palidezco, ignorando qué hacer.
—¿Quién sois? —pregunta la rubia anterior mientras me examina.
Su proximidad me obliga a alejarme como me es medianamente posible.
—M-Mavis.
—Pájaro.
—¿Qué...?
—Mavis significa pájaro—explica sonriendo.
Frunzo el ceño, mas la curiosidad me precede y elude el temor que me ha invadido, apaciguándolo rápidamente.
—¿Cómo...?
—Nosotras lo sabemos todo —dice otra de ellas; su cabello es de un color caoba resplandeciente y recogido con extraños fósiles marinos.
Acallo brevemente, gestionando la situación de que mis ojos están visualizando a cinco criaturas mitológicas, cuya existencia ha sido discutible durante eones atrás.
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WANDERLOST
FantasiNo existe peor sensación que ser despojada de tu niñez y ser consciente de que un examen de admisión a la universidad decretará tu nueva vida como adulta, y más cuando has sido criada con una madre que nunca ha perdido su oportunidad para transporta...