CAPÍTULO XIII.

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Los rayos solares impactan cruelmente contra mis párpados; abro los ojos en un revoloteo de pestañas y me abrazo a la almohada. Ignoro en qué momento he llegado a mi cabaña, mas bostezo y me estiro antes de incorporarme y despertarme por completo. Necesito un baño, pienso.

Recojo mi capa y salgo al exterior; es un día soleado y el canto de las aves acaricia mis oídos como un ligero retintineo mientras paseo y me direcciono hacia la Laguna de las Sirenas. Sus cristalinas y frescas aguas me alientan a despojarme de mis ropajes y adentrarme en el lago antes de sumergirme y relajar mis pesados músculos debido al baile de anoche, deleitándome mientras lavo mis ropajes y los tiendo sobre las rocas. Me deshago de las trenzas y los ornamentos, aseándome el cuerpo antes de desmaquillar mi rostro a medida que mastico una hoja mentolada para refrescar mi boca; he aprendido a reconocer la utilidad de ciertas plantas para mantener mi cabello y mi cuerpo hidratados.

Una vez me siento limpia y recobrada de energía, me agracio con el silencio que me rodea mientras tomo el sol y acicalo mi melena a medida que tarareo una melodía. Sin embargo, el insólito sonido de entre los arbustos que me rodean me estimula a desenvainar la daga y lanzarla hacia ellos.

—Tu instinto no deja de asombrarme, preciosa.

Peter expone su presencia de entre los árboles antes de extraer la daga clavada en el tronco; me apresuro y me cubro con la capa.

—Tu percepción de privacidad brilla por su ausencia.

—Estaba buscándote, mas no me acuses por hallarte en estas circunstancias íntimas.

Ruedo los ojos ante su burla y distingo sus pasos aproximándose tranquilamente hacia mí.

—¿Qué tan importante es para que irrumpas mi momento de armonía?

Mi interpelación le provoca la risa, mas yo apresuro mis movimientos en alcanzar mis ropas secas y vestirme; sin embargo, su presencia súbita frente a mí me causa un brinco.

—No te he visto en toda la mañana.

Su alegación me desconcierta; frunzo el ceño, mas trato de avivarme en vestir mis ropas íntimas y cubrirme nuevamente con la capa.

—¿Preocupado?

Me incorporo y me despojo de la capa una vez estoy posicionada de espaldas a él; me trajeo con la blusa mientras mis oídos acaparan suavemente su risa.

—Agradecería el detalle de comunicarme hacia dónde te diriges.

Advierto sus ojos analizar mi figura; suspiro con disconformidad.

—Necesito privacidad.

—La privacidad se otorga a quienes la merecen, te lo advertí.

Ruedo los ojos y termino de acomodarme la blusa y vestirme con los pantalones.

—Oh, fallo mío por ignorar dicha amenaza.

El llameante verde de sus ojos persigue mis movimientos con atención; me sacudo el cabello y amoldo sus ondas antes de encararme con él y demandar el retorno de mi arma.

—¿Ofendida?

Sus manos me entregan la daga; clavo mis ojos sobre los suyos, distinguiendo una risilla aproximándose a su comisura.

—¿Por algo qué no me interesa obtener? No.

Aguardo la daga en las pantorrillas y le devuelvo una sonrisa forzosa; Peter trata de no reír al gesticular un mohín.

—Tras lo de anoche consideré haber dejado atrás nuestras diferencias.

Ladeo la cabeza, dejando escapar una risilla.

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