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CINCO AÑOS DESPUÉS.

—¡Oh, ya estáis aquí! ¡Cielo, los niños han llegado!

Los gritos de mamá retumban por toda la casa, esparciendo su emoción a medida que nos ofrece pasar para que, la nieve, no continúe acechándonos. Analizo todo mi alrededor, percibiendo el destello emerger de mis ojos al atisbar toda una preciosa e iluminada decoración navideña, que se sitúa por cada rincón del hogar.

—¿Ya están aquí? ¡Oh! ¡Cariño, pero mírate! —exclama Llewyn, la pareja de mamá, acercándoseme para rodearme entre sus brazos cuidadosamente—. Apenas puedo darte un abrazo en condiciones a estas alturas, ¿tanto tiempo ha pasado ya?

Río y le permito a que me ayude a quitarme el abrigo para percharlo junto al resto, precedente a que salude a Peter con un fuerte estrechón de manos que deriva en otro abrazo, mientras yo abrazo a mamá, quien rebosa de felicidad.

—Saldrá de cuentas en unas semanas, ya podrás imaginarlo —explica Peter, a medida que ojea mi barriga por encima del hombro, posando posteriormente su mirada sobre mí para sonreírme con dulzura; su ansiado anhelo por que nazca es tan evidente que no puedo evitar reírme.

—¡Dios Santo! Pero no os quedéis ahí parados, id al salón de una vez; Mavis debe reposar la espalda —riñe mamá, apresurándonos a todos hacia la gran sala del comedor, cuya nos agracia con una alargada mesa guarnecida con velas, y telas festivas, que afinan a los colores del enorme árbol postrado a una esquina, alejado de la chimenea encendida—. ¡Llewyn, cielo; los entrantes!

Llewyn ojea a Peter, gesticulando una mueca divertida y genera un acto de soldado como muestra de mofa hacia mamá, instigándola a fulminarle con los ojos.

—Las mujeres de esta familia son temibles... —murmulla, direccionándose rápidamente hacia la cocina para que mamá no logre oírle; sin embargo, el andar tras él de la maravillosa mujer que me crió es (indudablemente) la muestra de que sí le ha escuchado.

—Señora Darling, ¿necesita qué le...?

—No, tesoro; yo me encargo de todo —irrumpe rápidamente al ojiverde, a medida que le empuja y le guía hacia el comedor—. Vosotros esperad aquí.

Peter no se atreve a contradecirle y asiente, dirigiendo sus pasos hacia la silla que se halla próxima a la mía, rodeando mi respaldo con su brazo para acercarme a él y depositar un suave beso en mis labios que me incita a suspirar pesadamente.

—¿Cansada? —pregunta, posando su mano sobre mi vientre.

—Tengo la impresión de que, en cualquier momento, voy a explotar.

Mi queja provoca que Peter ría ligeramente y reniegue con la cabeza con diversión.

—Será una niña sana y fuerte, como su madre —elogia, retintineando en su tono y alentándome a entornar mis ojos hacia él.

—Y con la cabezonería indomable de su padre, de seguro —burlo, posando mi mano sobre la suya.

Peter ladea la cabeza y observa con atención el liviano movimiento de mi vientre, mientras simula una sonrisilla apacible.

—Es la primera criatura que ha podido conocerme con mayor antelación de la que yo poseo.

Sonrío.

—Tu heredera está destinada a grandes cosas, en ese caso.

Un brillo destella en sus verdosos ojos repletos de alegría.

—Por supuesto, amada mía; nunca fallará en aquello que anhele obtener.

Reposo mi cabeza en su hombro, permitiendo que me envuelva entre sus brazos y me agracie con el aroma de su persona y la calidez de su cuerpo; estar junto a Peter está siendo una de las mayores aventuras que jamás creí poder experimentar, mas parece que ésta únicamente está aún en el comienzo de su recorrido.

Ansío vivirlo.

—Vida mía, ¿crees qué son conocedores de este maravilloso evento?

Advierto de cómo su pecho se infla al acoger aire profundamente, desprendiéndolo mediante un suspiro que acompaña con un dulce beso sobre mi frente.

—Lo harán —asegura, animándome a izar la mirada hacia la suya, cuya me observa con el más intenso amor que no dejo de seguir conociendo a cada día que transcurre—. Su risa será cómo una nueva brisa invernal; tan fresca y risueña que no podrán resistirse al conocerla.

Sonrío con mayor ilusión.

—Estoy deseando que así sea.

—Y así será —aclara, depositando otro beso en mis labios—. ¿Has decidido ya el nombre?

Reflexiono, por unos segundos, su pregunta; sin embargo, el inconsciente toqueteo que genero sobre la luna invertida que cuelga de mi cuello, ilumina la bombilla de mis ideas rápidamente.

—Selene —digo, convencida—. Ése será su nombre.

Peter medita mi decisión por un efímero instante.

—Selene... —delibera, simulando una sonrisilla traviesa que expone su gran orgullo al pronunciarlo: —. Selene Davies... Sí, es perfecto. 

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