Capítulo 19. La casa de nadie.

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Aquí os traigo el último capítulo de esta semana, espero que os guste, atención mis queridos paquidermos, que ya entramos en la recta final a un capítulo del veinte y por tanto el inicio de la tercera y última parte de esta historia. Espero que os haya gustado se que hay gente que me odia porque Eudan y Lily no se hayan besado todavía, pero gentecilla aún no es el momento.

Adieu;)

Capítulo 19

La casa de nadie

Al abrir la puerta nos inundó un aire gélido. Como suponía la casa solo se componía de una habitación con una cama hecha polvo, una mesa de comedor de madera roída por ratas y a punto de caerse, una cocina —lo que quedaba de ella—, y un bidel con agua verde y estancada.

—Alguien vivió aquí hace mucho —dijo Eudan, toco unos cubiertos negros encima de la mesa—, pero muchísimo tiempo.

—Eso o que estaba enamorado de la suciedad.

Por más que miraba a todos los lados no encontraba nada, no llegaba a entender porque quería Seele que viniese o porque había soñado con este lugar, yo no veía nada.

— ¿Ves algo? —pregunto.

—Nada, solo mugre, mugre y más mugre. Esto lleva décadas deshabitado —dijo él mientras daba un paseo por la sala—, espera.

— ¿Qué pasa?

—Ven, mira esto —dice señalando a sus pies, tiene una hoja de arbusto pegada, pero entonces se mueve hacia la puerta, una corriente de aire aunque tendría que ir en otra dirección, avanzo hasta donde me indica Eudan.

A simple vista solo se ve una pared, mis manos la recorren y entonces se quedan paradas en un saliente, no puede ser.

—Es una puerta —digo, volteo hasta encontrar la mirada de Eudan—, la puerta a un pasadizo. Venga ayúdame.

—Pero...

—No seas nena y ayúdame.

Oigo a Eudan blasfemar y entonces se sitúa a mi lado para empezar a empujar, yo hago lo mismo. La pared está dura.

— ¿Estás empujando? —pregunta Eudan con cierta sorna.

— ¡Pues claro! ¿Lo haces tú?

—Soy prácticamente un Dios claro que lo hago.

Tomo aire y concentro mi fuerza, entonces uso el viento, me ayuda a empujar con más fuerza y velocidad. Miro a Eudan, sus manos comienzan a brillar, de alguna manera está usando la luz.

Y entonces la puerta se abre. Genial.

Eudan se adelanta y va primero ni enciende una antorcha tan solo crea la luz con su mano, una luz cálida y dorada ilumina nuestro camino, unos escalones de piedra bajan en espiral, percibo aire húmedo.

— ¿Qué crees que hay abajo? —le pregunto a Eudan.

—Ni idea, a lo mejor un demonio comedor de vírgenes ¿Quién sabe?

— ¿Un demonio comedor de vírgenes? ¿En serio?

Eudan ríe.

—Tranquila si fuese cierto te protegería de ser comida, aunque eso tiene fácil solución.

— ¡Cerdo! ¿Y por qué supones que soy virgen? Maldito enfermo pervertido.

— ¿Y no lo eres? Eso hace en que pensar princesa.

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