Capítulo 20. Proyecto Cassandra.

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¡Muy buenas noches-días-tardes-paquidermia! Aquí es de noche exactamente las 0:12 mañana tengo clase pero baaaa, mis lectores me necesitan, no diré nada de lo que han dicho de que los capítulos eran muy cortos, no diré, solo dejo caer que YO TAMBIÉN TENGO UNA VIDA y no siempre se pueden hacer capítulos de 20-30 hojas además no solo por eso porque ya lo tengo todo planeado.

Espero que os guste, si tenéis alguna idea, algo que os gustaría ver, algo que no entendáis, preguntadlo (me hacéis muy feliz).

Votad. Comentad. Disfrutad.

Adieu;)

Capítulo 20

Proyecto Cassandra

Silencioso, eso es lo que era nuestro camino de vuelta, silencioso. Muchos sucesos habían ocurrido a lo largo de la noche y ya no quedaba nada por decir esa era la causa del silencio. Eudan se mantenía sereno e implacable como si nada hubiese ocurrido, como si nuestras mentes nunca hubiesen conectado y sincronizado cuando esa bestia casi nos devora al entrar en sus dominios.

Entonces lo recordé, ese nombre que había permanecido en mi cabeza rondando hasta que apareció esa cosa.

Naeteri.

Volví a mirar a Eudan, ahora que caía no le había informado de lo que encontré en el cuarto.

— ¿Te suena el nombre de Naeteri? —pregunté.

— ¿Cómo? ¿Naeteri? —Se quedó pensando—, te diría que no pero me resulta familiar como si lo hubiese escuchado en otra parte ¿Por qué?

—Porque en la habitación que he estado antes, en el cabecero, de la cama había grabado ese nombre, solo eso.

—Extraño.

De nuevo silencio. Esto comenzaba a ser incómodo, decido evitar mirar a Eudan porque me había percatado que lo miraba demasiado en algún momento tendría que haberse dado cuenta de ello, tengo que dejar de mirarlo, él no me gusta, a mí no me gusta nadie.

Entonces lo veo. En una de las ramas más cercanas al suelo, allí estaba un águila, de un plumaje dorado y con la cabeza calva junto con unos ojos brillantes que brillaban, el águila parecía que nos estaba mirando. Pero aquello era imposible, las águilas no solían estar a tan poca altura y menos en un bosque.

— ¡Mira! Es un águila dorada —le dije a Eudan.

Eudan pareció tensarse, la mandíbula la tenía apretada y sus ojos en cuanto dije águila dorada brillaron y buscaron al animal, pero en cuanto la miró pareció palidecer. Volví a mirar al águila, entonces el animal extendió un ala e inclino la cabeza.

Escuche a Eudan maldecir y al segundo me había agarrado por la muñeca y arrastrado a su paso veloz, no corríamos pero íbamos muy deprisa. Le había incomodado, el águila no me había hecho ese gesto extraño (por no decir imposible) a mí, sino que se lo había dedica única y expresamente a Eudan.

Supe entonces que Eudan se había callado muchas más cosas de las que me había contado.

...

No tardamos en llegar, tuvimos que ser cuidadosos porque como me acababa de decir Eudan tenías que tener un permiso especial para poder salir al exterior y actualmente Eudan no disponía del suyo todavía no iba con muy buen pie con Dante.

Aunque creo que cuando en más de una ocasión Eudan aprovecho el momento para ridiculizarme de nuevo, todavía sentía mis mejillas calientes.

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