Capítulo 10
El Refugio
Al salir Eudan cerró la puerta con un fuerte portazo, doy un brinco por el estruendo; en verdad este es un gruñón y desconsiderado, nos encontramos solos en el pasillo, sin nadie, escalofriante. Veo como se recuesta contra una de las paredes, justo al lado de la puerta. Ya lo había visto un par de veces, sabía sus características pero mejor que en esta ocasión ninguna, lo contemplo de cerca, pero no tanto. Es alto, muy alto al menos tres o cuatro palmos más que yo; va desgarbado por lo que puede ser más alto, tiene el cabello dorado cobrizo, como si se tratase de oro rodeado de tierra vieja y húmeda, tiene la tez morena como si se hubiese tostado ligeramente al sol, sus ojos esos ojos dorados con motas marrones, al igual que su cabello; como había percibido antes solo viste ropa negra y algo holgada —me pregunto...¿vestirá siempre ropa negra?—; puede que suene raro, pero la ropa negra le sienta realmente bien, estiliza su figura esbelta, tiene los músculos marcados, no tan notorios como los Espadas, Eudan tiene pinta aún de adolescente no como los chicos de mi promoción que ya parecían hombres de casi veintitantos —todos teníamos dieciséis que quede claro—, mis compañeros ya eran mastodontes de puro musculo duro y Eudan era alguien joven, fuerte con los músculos marcados sin dejar aquel toque juvenil en su rostro; tiene una nariz fina y algo achatada con un ligero desvío hacia la izquierda —eso, creo que es causa mía—, tiene unas enormes botas negras, incluso diría que la punta es de metal, brilla mucho, además tiene ligeras manchas, no son de sangre, son de varios colores, pequeñas gotas intentadas de quitar, se encontraban restregadas, había intentado quitarlas sin éxito alguno, lo único que había conseguido había sigo restregarlas aún más. Parecía pintura...
Me examina con la mirada.
Esa mirada, esa maldita mirada parece la de un felino a punto de atrapar a su presa, al humilde ratón preso del precioso y ágil gato dorado; así es, parece un gato gigante, con esa mirada penetrante al igual que los gatos callejeros que me encontraba de vez en cuando por la calle. Su mirada felina me recorrió el cuerpo por completo sin descaro alguno.
—Al parecer nos veremos mucho de ahora en adelante —dijo, percibo un tono despectivo y algo asqueado, idiota—. Créeme si hubiese sido por mí ahora mismo estarías a tres metros bajo tierra.
—Curioso ahora mismo estoy a más de tres metros bajo tierra, estas instalaciones por lo que he podido observar están en el subsuelo, genio.
—La princesa saca sus perfectas uñas cuidadas, impresionante, que te quede claro, no quiero cruzarme contigo ni que me dirijas la palabra, para mí será como si no existieses y espero que para ti te apliques también el cuento, princesa.
Alcé las cejas, mis perfectas cejas rojas, cruzándome de brazos fui yo en esta ocasión que lo repaso con la mirada.
—Tiene gracia, me analizas y me dices que no me acerque a ti o que ni siquiera te mire, te tomas muchas molestias conmigo a mi parecer. ¿Cómo decías que te llamabas? ¿Edan?
Sus mejillas adquieren un color rojizo hasta sus orejas, al parecer le molesta que diga mal su nombre, lo he hecho a posta para ver si funcionaba, no me equivocaba. Sonrío.
—Se dice Eudan, con "u", entre la "e" y la "d", Eudan, pero en mi opinión veo que la sangre no te llega a la sesera, princesita.
Iba a responderle, iba a decir insolencias cuando una tercera voz nos interrumpió a lo lejos. Corriendo venía Jasper, aquella chica de cabello platino y pendientes raros.
— ¡Eudan! ¡Eudan! —Grita mientras llegaba corriendo, se sitúa junto al simio, intenta tragar aire—. ¿Al final que ha sentenciado Dante? Todo el mundo espera saber que se va a hacer con la Roja —me miro y ladeo la cabeza—. Sin ofender.
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Villains
FantasySi me ves, no me has visto. Si me oyes, no me has oido. Si crees que existo, no lo hago. Mi nombre es Lily Santiago, antes era una Espada...ahora formo parte de una rebelión, únete, únete a los Villains.