—¡Santiago, sostén con más fuerza la pistola! ¡Que no muerde! —dijo el instructor.
Enseguida los demás niños comenzaron a reírse y las mejillas de Alice Santiago no pudieron tornarse más de rojo. No se le daban bien las armas a larga distancia, tenía brazos escuálidos y un cuerpo algo frágil para ser de aquel modo. Miró a los demás niños, en su gran mayoría lograban alcanzar los ejercicios de los instructores a la perfección, y muchos ya habían encontrado su arma predilecta, una con la cual desenvolverse, mientras que ella, con tan solo siete años era una incomprendida; sabía que era diferente y mantener el secreto la carcomía por dentro, era rara.
Ante el sonido de la sirena que marcaba el descanso pudo suspirar tranquila; todos se marchaban a comer y cuando pasaron a su lado se sintió cohibida, tenía una pequeña estatura comparando el promedio de los Espadas.
Dejo las pistolas en su sitio correspondiente, pero el instructor la interceptó.
—Santiago, tú te quedas.
—Pero...señor, es la hora de la comida.
—¡Eso no importa! Has fallado todos los tiros, por lo que debes quedarte a entrenar más, no debes quedarte atrás o se te comerán viva. Deberías encontrar un estilo que se adapte, las armas de fuego no son lo tuyo ¡Entendido! —ella frunció los labios— ¡¿Entendido?!
—¡Señor, sí señor!
El instructor la dejó allí sola. Se dejó caer en el suelo, completamente sola en la aquella enorme sala de entrenamiento.
—Menudo pelmazo...
Se aseguró de nadie la hubiese escuchado, sí, sola.
Sonrió y en aquella soledad dio una voltereta hacia atrás; siempre le habían gustado las acrobacias, pero su madre, Isobel decían que eran innecesarias, había que hacer las justas para los entrenamientos. Dio varios giros y volteretas, tener un cuerpo tan ligero era conveniente, parecía que el aire estaba de su parte, como si al dar volteretas en el aire, volase.
Llegó hasta un punto en la sala, donde había palos largos, que se usaban de complementos para artes marciales, no muchos los usaban, decían que eran una carga innecesaria. Cogió uno y se ayudó con los impulsos, era divertido. Rara vez podía divertirse por sí misma, consideraba su vida, demasiado monótona, a tan corta edad y aun así ya compartía cicatrices, al igual que muchos otros alumnos.
Cuando el palo cayó de sus manos, suspiró y lo dejo, para dar la espalda y coger de nuevo las pistolas. Conseguía dar cerca de la diana, pero no era suficiente; debía hacer tiros perfectos, así tenían que ser, soldados perfectos.
—Cadete nº177, te he visto —dijo una voz a sus espaldas.
Ella dio un respingo y se sintió aliviada al reconocer la voz, al igual que la cara.
—Day, me has asustado.
—Lo siento.
Day pronto se convertiría en un As, incluso llevaba el uniforme; admiraba profundamente a su hermano mayor. Él dejó su gruesa chaqueta en el suelo, hasta estar junto a ella.
—¿Día duro? —pregunto al ver las manos vendadas de su hermana.
—Sí. Es absurdo, sé que soy buena, puede que una de las mejores alumnas, pero las pistolas no son lo mío. Demasiado rudas para mí.
Lo único que pudo hacer Day era reír, en los últimos años, su hermana había desarrollado un carácter algo egocéntrico, era normal, gran parte de los Espadas eran así, pero resultaba gracioso ver tanto ego en un cuerpo tan pequeño.
—Y no has pensado en otro tipo de arma, princesa Lily —al principio solo decía princesa, pero desde que su amigo Arden la comenzó a llamar así, pidió tanto a Kinan como a él que la llamasen Lily; solo había agregado Lily, seguía siendo una princesa para él.
—No sé, madre dijo que las armas de fuego deben ir bien conmigo.
—Ya veo... ¿Te ha vuelto a reñir?
Ella asintió y arrugó la nariz.
—¿Por qué no vuelves a hacer esas volteretas? Te han salido genial antes.
Las mejillas de Lily volvieron a ponerse rojas.
—¡¿Me has visto?!
—Claro que sí, eres muy buena, deberías seguir, aunque madre te diga que no.
—Pero a la hora de combatir las acrobacias no son prácticas, solo son visualmente atrayentes, Day.
Day miró alrededor de la sala y sonrió, agarró la mano de Lily, casi arrastrándola.
—Quizá no.
Llegaron hasta donde estaban aquellos palos de madera, cogió dos, uno para él y otro para Lily.
—¿Habéis practicado Artes Marciales en clase?
—Sí. Aunque solo un par de clases ¿Por?
—Nunca has pensado en el uso de los garrotes como arma —dijo señalando aquellos palos más grandes que Lily.
—No son prácticos.
Él torció el gesto, y con uno de los palos hizo una secuencia de movimientos parecida a la de Lily, solo que orientado más hacia la defensa. Los ojos azules de Lily brillaban de la emoción ante tales movimientos.
—Ven, te voy a enseñar unos cuantos movimientos, tanto de defensa como de ataque.
A lo largo de la hora de la comida, Day estuvo enseñando diferentes técnicas y Lily no podía dejar de sonreír, estaba emocionada, mientras que Day satisfecho, ya que aprendía rápido. Sabía que, con un poco de entrenamiento, Lily sería capaz de grandes cosas con un arma adecuada; el instructor había tenido parte de razón, solo hacía falta el arma adecuada.
Cuando la sirena que marcaba el final de la comida, sonó de nuevo, a Lily pareció no importarle. Day se arrodilló hasta estar al mismo nivel y le dio un fuerte abrazo.
—Buena suerte. Nos vemos pronto.
Day se cruzó con el instructor y casi en la puerta escuchó a Lily preguntar:
—Señor ¿Hay armas parecidas a esto? —quiso saber en referencia al palo.
—Sí... Hay tridentes, nunchakus, lanzas...
—¡Quiero probar una lanza!
Sonrió.
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Villains
FantasiSi me ves, no me has visto. Si me oyes, no me has oido. Si crees que existo, no lo hago. Mi nombre es Lily Santiago, antes era una Espada...ahora formo parte de una rebelión, únete, únete a los Villains.