Capítulo V

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Ese día, decidió que no se colocaría una corbata. Solía pedirle prestadas a sus amigos todas las que hubieran llevado para el viaje porque él solo tenía tres y estaba harto de repetirlas. Sin embargo, cuando Sasha le mencionó que se veía bien así, solo con una camisa celeste, quiso creerle.

—¿Cuándo nos vas a presentar a la chica misteriosa, por cierto? —cuestionó Sasha mientras engullía el pan que siempre colocaban de centro de mesa en el comedor de la residencia de los Azumabito.

—¡N-no es...! —Armin se sonrojó—. No se trata de algo de tipo... —carraspeó—: de tipo romántico. Solo somos amigos.

—Sí, bueno, pero yo no me arreglo para salir con ustedes —puntualizó Sasha—. Aunque tú... ¡Siempre estás bien vestido!

A la chica se le iluminó la mirada como en una serendipia y Armin rio en silencio. Sin mediar más palabras, se dirigió hacia la salida. Atravesó toda la residencia con presteza. Hizo bien en evitar el ala donde Hange y Levi discutían la última carta que habían recibido de Historia, no quería que el Capitán lo volviera a acribillar con la mirada porque sus últimas visitas a (T/N) no habían pasado desapercibidas.

Paseó por los alrededores y encontró grato que algunas personas a quienes frecuentaba para comprar víveres lo saludaran. Sin embargo, en su fuero interno, se cuestionó con inquina si seguirían sonriéndole igual si se enteraran de que era un demonio. Agitó la cabeza con vehemencia cuando pensó en (T/N), porque no le importaba si el heladero le lanzaba miradas de desprecio, pero se percató de que no lo soportaría si se trataba de ella.

Y soportaría menos siquiera considerar dejar de visitarla por sus miedos. Aunque no se sorprendía si un día dejaba de hacerlo, con lo cobarde que era.

Sus pies titubearon cuando se percató de que había arribado a su destino, pero se distrajo cuando le hablaron:

—Jovencito, tienes suerte de venir hoy.

Una anciana se cruzó en su camino, apoyándose de un bastón de madera que, pese a su exquisito diseño, estaba rasguñado y deslustrado.

—Buenas tardes, ¿a qué se refiere?

—A que la señorita no ha estado aquí por algo más de una semana. Y como es obvio que usted la está cortejando...

—¡¿Cortejan...?! —Armin se ahogó con el mismísimo aire, alarmado—. ¡Y-yo no...!

—Y ha sido unos de los pocos que ha persistido y que a la señorita le agrada.

—¿Qué...?

Armin quiso averiguar más, pero tuvo que dirigir la atención a la joven que dejaba la tienda. No pudo disimular bien cuando vio los pantalones ceñidos en su cintura, contorneando sus piernas.

—¡Armin!

No supo si se estaba dejando sugestionar por las alegaciones de sus amigos y de la anciana, pero le gustó cómo su nombre se deslizaba de sus labios, como pronunciaba las sílabas con cuidado. Le sonrió y le devolvió el saludo.

—Lamento interrumpirlos, pero es que te vi aquí afuera, Armin, y... —Sonrió, exultante—. Quieres... ¿Quieres entrar?

—Yo... —Armin se sonrojó por la pregunta y su entusiasmo, pero decidió ser honesto—. Venía para acá.

(T/N) achicó los ojos de alegría y le hizo señas para que entrara. Armin se ruborizó un poco más cuando la anciana le deseó éxitos y un no muy sutil guiño.

El chico la siguió adentro, procurando no fijarse demasiado en el pantalón ajustado en su cadera porque no quería descubrir que podía llegar a ser tan descarado como Jean y Connie juntos. La escuchó tararear un poco hasta que se giró para encararlo y se observaron por unos segundos en los que a Armin se le olvidó como respirar.

Un sitio seguro || Armin Arlert x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora