Capítulo XIII

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—Eso se siente bien... —dijo, derritiéndose a su tacto.

—¿Aquí? —preguntó Armin para estar seguro del punto exacto en el que emplearse.

—Sí. —Sonrió, complacida—. Tienes dedos firmes.

Armin rio, nervioso. La notaba taciturna desde que Anna se subió en la nave que la llevaría a Amerya, así que, sin razón aparente, se ofreció para darle un masaje en los hombros, pese a que no tenía ni idea de lo que estaba haciendo.

—Estás muy tensa.

—Bueno, pareciera que no, pero me preocupo por muchas cosas.

—¿Algo en lo que pueda ayudar?

—No... Son cosas que se escapan un poco de mi control, pero me ayuda que estés aquí cuando puedes. Imagino que tú también debes tener una agenda ocupada.

—Ni tanto. Hange es la que se encarga de la mayor parte de tratos. A mí solo me llaman cuando aparece una persona complicada. —Armin, que estaba detrás de ella, se inclinó y rodeó su cuello con los brazos para luego apoyar el mentón de su cabeza—. Nos trajeron para que nos percatáramos de que no somos tan distintos, a la par que nos hace conscientes de cómo nos ven. Hange no ha dicho nada, pero creo que quiere que busque formas de solucionar nuestras diferencias de forma diplomática.

—Con la captura de varias naves marleyanas en las playas de Paradis, los demás países no hacen más que buscar excusas para hacer estallar una guerra. Ya ves cómo inició el conflicto entre Marley y las Fuerzas Aliadas del Medio Oriente.

—Pero es difícil cuando la otra persona no quiere escuchar —se quejó y sonrió cuando ella acarició sus brazos—. Y...

Su voz tembló y ella lo instó a seguir. Sus pies se balanceaban en el columpio y Armin rio cuando perdió el equilibrio con el vaivén de su novia.

—Creo que después del Parlamento nos iremos.

Ella se tensó entre sus brazos, pero se relajó de a poco y asintió. Permanecieron en silencio unos instantes hasta que ella haló uno de sus brazos y le hizo espacio en el columpio para que se sentara. Al principio, forzó su sonrisa, pero, al cabo de un segundo, Armin se percató de que el gesto florecía desde el fondo de su corazón.

—Algo que te guste y algo que te disguste.

—¿Eh? —Armin, que ya estaba a su lado, se frotó la barbilla, pensativo—. No me gusta cuando los chicos creen que es divertido molestarme.

—Yo entiendo muy bien su punto —dijo ella y desvió la mirada cuando él curvó una ceja—. Es que luces distinto a tu usual calma, así que es divertido. Además, eres muy ingenioso con tus respuestas.

—Espero que tú tampoco lo tomes como un pasatiempo... En cuanto a lo que me gusta... —La miró con intensidad y sonrió cuando ella se sonrojó.

—¡Yo no cuento!

—De acuerdo. —Armin fingió darse por vencido y dijo, avergonzado—: Me gusta cuando te colocas pantalones.

—... Eso ya lo sabía, pero se siente bien que lo admitas.

Armin emitió un sonido estrangulado, porque no creía ser tan obvio. No era su culpa que los pantalones contornearan sus piernas de ese modo, aunque quizás sí lo era que tuviera esa fijación con ella.

—¿Y tú? ¿Qué te gusta y disgusta?

—¡Odio cuando las recetas me salen mal! Y más cuando son recetas que he hecho bien con anterioridad. ¡Es tan frustrante! —Hizo un mohín cuando Armin se rio—. Y me gusta tu expresión cuando estás leyendo. Es como si sintieras lo mismo que los personajes en tu propia piel.

Un sitio seguro || Armin Arlert x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora