Capítulo XV

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Cuando el cartero dejó la correspondencia en el buzón, (T/N) corrió para recogerla. Pese a no demostrarlo, había estado contando los días que faltaban para que revelaran las fotos. No sabía si era buena idea abrirlas sin Armin, pero estaba segura de que no se pasaría por allí pronto porque el Parlamento sería ese mismo día y había ocupado gran parte de la semana planificando sus acciones con el resto de sus amigos. No sabía con certeza qué, considerando la situación en la que estaban, pero no quería entrometerse. Además, ella estaba ocupada con la tienda, con las provisiones medicinales, y estaba ayudando con el brote de varicela en el orfanato. También estaban las cartas que le enviaba a Anna para contarle un poco sobre cómo estaba la situación y si había escuchado algo de Bruno, que era más bien poco y para nada alentador. Tenía el cuidado de enviarla con la correspondencia que dirigía a sus padres para que no dieran con su paradero tan pronto, aunque Anna estaba protegida por las leyes de Amerya ahora.

Sin embargo, no pudo abrirlas porque escuchó la campana de viento de la tienda y fue a atender a sus clientes. Se sorprendió cuando entraron dos niños, seguidos por una más grande y, finalmente, un hombre les dio alcance. Separó los labios al percatarse de quién era y no estuvo segura de su expresión cuando los ojos grises del hombre se posaron en los de ella con un gesto de disculpa.

—Señor Tybur. —Ella inclinó la cabeza de forma respetuosa y el aludido pareció avergonzado por ser reconocido hasta en un sitio tan apartado como ese—. Buenos días, ¿se les ofrece algo en especial? Hoy hay tarta de manzanas, pie de frutos rojos, pan de nueces y dentro de poco saldrán unos enrollados de queso y otros de almendra. También tengo café, chocolate y...

—¡Chocolate! —interrumpió uno de los niños, el más pequeño.

—Neil, se más educado —reprendió su hermana.

—¡Yo quiero tarta de manzanas! —gorjeó el otro, ganándose un gruñido por parte de la niña.

—Ya, niños, cálmense —pidió Willy Tybur, acercándose al mostrador para inspeccionar los dulces—. Deme dos porciones de tarta de manzana y todo el pie, por favor.

—¿Se lo empaco?

—Por favor.

—¿Y mi chocolate? —reclamó el niño a lo que (T/N) le dirigió una sonrisa amable.

—¿Podría prepararle una taza y empacarla de igual modo?

Si hubiera sido café, (T/N) lo hubiera obsequiado, pese a estar consciente de que no era buena idea que un niño tomara cafeína a tan temprana edad. Y, si bien le había comentado a Armin que no vendía el chocolate, sabía que los Tybur podían costeárselo, y eso era mejor a que terminara dañándosele.

—Bueno... —Willy miró a sus hijos y se percató del pequeño mohín en los labios de su hija, quien siempre se negaba a ser caprichosa porque era suficiente lidiar con los otros niños; pero él la conocía bien y posó la mano sobre su cabeza con cariño—. Deme dos.

(T/N) sonrió, satisfecha, y se apresuró a preparar y empacar todo en bolsas de papel. Aun así, se sorprendió cuando el señor Tybur inició una conversación mientras ella terminaba de envolver los pasteles.

—Lo cierto es que vinimos hace unas semanas y nos sorprendió que estuviera cerrado —empezó, manteniendo parte de su atención sobre los tres niños que correteaban y observaban sus inmediaciones con curiosidad.

—No sabía que mi tienda era popular...

—Pues la señora Henning nos la recomendó. —Se encogió de hombros—. A Fine le encantó la fachada del lugar, siendo tan distinta a lo que solemos frecuentar. Y, con el riesgo de sonar irrespetuoso, eso me lleva a cuestionarme si usted es extranjera.

Un sitio seguro || Armin Arlert x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora