Capítulo III

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Armin odiaba el hecho de haber llevado tan pocas mudas de ropa y que no hallaba forma de combinar las prendas de distintos modos. Seguro que (T/N) lo había visto repitiendo más de un atuendo y eso lo hacía sentir un poco patético.

—¿A dónde vas tan arreglado?

Armin ahogó un grito y el cepillo se le resbaló de los dedos. Fijó sus ojos en los taciturnos de Eren a través del espejo, que estaba recostado del vano de la puerta.

—Solo iré a pasear.

—¿Solo iras a pasear? —se escuchó la voz burlona de Connie.

—Ya has usado esa excusa toda la semana —agregó Jean mientras Eren asentía—. ¿Es que una marleyana te ha flechado?

—¿Qué? ¡No! —La voz se le agudizó mientras un profuso sonrojo teñía sus mejillas.

—No te culparía —rio Connie—, tienen su encanto.

—¡Solo voy a pasear! —repitió, incapaz de girarse a verlos cuando Eren continuaba con las pupilas clavadas en su figura a través del reflejo.

—¿Y cómo es? —cuestionó Jean, apoyándose de Eren cuando al fin emergió por el pasillo.

—Yo creo que a Armin le van las chicas tranquilas —comentó Connie, pasando de largo la entrada de su puerta para ir a su propia habitación.

—¡Eso no...! —Armin enrojeció otro poco más, escandalizado.

—Solo no te metas en problemas —dijo Eren, lanzándole una mirada apreciativa—. Y el cabello te queda mejor del otro lado.

—¿Eh? —Armin se arregló el cabello—. El que tiene más cara de meterse en problemas eres tú.

—Quizás. —Curvó apenas los labios y se dio media vuelta para marcharse.

Jean le dio paso y entró en la habitación de Armin, sin siquiera sorprenderse con que tuviera una pila de libros sobre el velador junto a una suscripción a la biblioteca del ayuntamiento. Lo cierto era que, de todos, no imaginaba a Armin saliendo con una chica en el escaso tiempo que estarían en Marley, aunque tampoco podía sacar conclusiones apresuradas cuando era bien sabido que los callados eran los peores, a veces.

—¿En serio, Armin? No creo que esos libros sean más interesantes que hablar con alguien... Te conozco bien y sé que amarías escuchar a alguien que te cuente historias de lo que hay más allá. —Jean hojeó un libro luego de sentarse en la cama—. No está mal si te gusta alguien.

—No me gusta nadie —masculló, aún avergonzado—. Además, es irracional enamorarse en tiempos como estos.

—¿Irracional? —Jean agitó la cabeza—. Las mejores historias de amor son las que florecen en los conflictos.

—No te tomaba por un romántico, Jean —bromeó Armin, pese a que tenía una opinión controversial al respecto, pero no quería discutir.

—¿Qué puedo decir? —Jean se aireó el rostro—. Pero, bueno, recuerda que estoy aquí para ti si necesitas ayuda.

—¿Ayuda con chicas? —suspiró Armin, alisándose la camisa—. No te pediría ayuda. No has conseguido permanecer con una chica por más de dos meses.

Jean se sujetó el pecho, fingiendo estar herido. Después de todo, ¿qué podía hacer cuando la chica que le gustaba estaba enamorada de otro?

Armin prefirió no tardar más y dejó el complejo de apartamentos que los Azumabito les habían facilitado. El aroma del puerto de Marley le gustaba, el aire sabía a sal y era cálido, pero seguía prefiriendo la brisa fresca y el aroma a flores silvestres de los prados de Paradis, el roce juguetón de la hierba al acostarse bajo un frondoso árbol en Shiganshina.

Un sitio seguro || Armin Arlert x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora