Capítulo XIV

916 101 28
                                    

Cuando despertó esa mañana, extrañó la cálida sensación de otro cuerpo abrazado al suyo o rozándose tentativamente o la sencillez de presentir el peso de otra persona sobre el colchón.

Armin sabía que a ninguno de los dos les gustaba demasiado tocarse, como algunas parejas que habían visto tan pegadas que sus manos aunadas parecían una broma al lado de besos apasionados dados a plena luz del día. Así que respetaban si se daban las espaldas en algún punto de la noche o si apenas dejaban reptar un brazo por la cintura del otro. Aunque, en retrospectiva, a Armin lo anonadaba ser más cariñoso de lo que esperaba porque descubría que podía iniciar besos y le gustaba abrazarla, como la vez en la que la atacó con cosquillas mientras estaban echados en el jardín, observando las formas de las nubes, hasta que la rodeó con sus brazos como el tesoro que era.

Junto a ella descubría matices de él que pensaba que no tenía.

Sin embargo, lo que terminó de despertarlo fue el silencio que inundaba hasta el sitio más recóndito de la mansión. Sabía que Hange saldría temprano con Onyankopon, el Capitán nunca hacía ruido —a menos que quisiera castigarlos—, Mikasa y Eren también eran presencias silenciosas. Sin embargo, Jean, Connie y Sasha siempre se las ingeniaban para armar un zafarrancho.

Así que se preocupó porque el silencio implicaba que no habían regresado de la salida de la noche anterior. Se levantó de inmediato y se arregló, raudo. Apenas tomó un pan de la canasta que adornaba el centro de mesa para no irse con el estómago vacío. Esa era otra mala señal porque Sasha siempre se los comía.

Tomó un sombrero del perchero y, en el momento en el que estaba por colocárselo, lo halaron del cuello de la camisa.

—¿A dónde vas?

La voz del Capitán hizo que le recorriera un escalofrío de arriba abajo. Después de todo, había estado evitándolo todos esos días para no tener que responder las preguntas que sabía de antemano que le haría.

—Iba a buscar a los chicos, me preocupa que no hayan regresado.

—¿Sí? —Levi curvó una ceja, halándolo hasta que estuvieron uno al lado del otro, mientras entornaba los ojos—. ¿No vas a ir a verte con la panadera?

—¿Qué...? ¡No! —Armin se sonrojó, queriendo asesinar a alguno de sus amigos por haberle revelado esa información al Capitán.

—Es que hubiera esperado eso de cualquiera, menos de ti —lo dijo como si estuviera decepcionado, abochornándolo más.

—No es... Sé cuándo deberá parar —justificó Armin.

—Ah, por los menos sigues pensando con la cabeza.

Armin no supo de qué color tenía el rostro porque sentía cómo toda la sangre le había fluido a la cabeza, al punto de escucharla corriendo por sus tímpanos. Aun así, no supo cómo tuvo el valor de sostenerle la mirada a Levi.

—Bien, supongo que ya están grandes como para estar regañándolos por todo —cedió Levi, cruzando los brazos sobre el pecho—. Y confío en ti.

Armin parpadeó, sorprendido por el estamento, porque era la primera vez que Levi emitía un juicio de valor hacia él. Era una fracción incomprensible de la respuesta que siempre buscaba en él cuando se preguntaba por qué lo había elegido. No quería traicionarlo, así que asintió y curvó los labios:

—Los traeré de regreso.

—Y más te vale. Les patearé el trasero.

Levi hizo un ademán con la mano para que se largara, tan solo agregando que le avisaría a Mikasa cuando despertara para que se uniera en su búsqueda. Al parecer era más temprano de lo que había calculado, porque pese a que Mikasa había aflojado un poco su estricto horario de vigilia en Marley, seguía siendo de las primeras en levantarse.

Un sitio seguro || Armin Arlert x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora