Capítulo XXIV

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(T/N) odiaba eso. Odiaba no poder tener un sitio al cual pertenecer, que sus cosas tuvieran que reducirse a una maleta para llevar lo esencial, que siempre tuviera que huir.

Empacó las medicinas que tenía, además de los equipos y dispositivos médicos. Sin embargo, se detuvo frente al pequeño librero pintado de blanco y se le encogió el corazón. Cuando creía que podría quedarse en un sitio por más tiempo, ocurría eso.

Apretó la mandíbula cuando sintió un nudo en su garganta y logró controlarse cuando abrieron la puerta principal. Unas campanas de viento retumbaron suavemente y se encontró con un pedacito de mar bajo tierra. Recordó la primera vez que lo vio porque creyó que algún dios del océano había decidido darle una visita, porque en sus ojos se vislumbraba desde el mar más calmo hasta un océano enfurecido, la atraía a sus profundidades, donde descansaban sus memorias juntos.

Dio un paso atrás cuando Armin terminó de entrar. Llevaba un libro entre sus manos y una expresión contrariada.

—Lo siento, lo tomé sin permiso...

—Me di cuenta. —Asintió, apartando la mirada para controlar su corazón.

—No hay mucho que leer con Gisela.

—Aún tiene que aprender más vocabulario antes de leer literatura más compleja.

Armin le entregó el libro, pero ella no lo devolvió a su sitio, sino que observó el estante como si le hubiera afrentado. El silencio volvió a tornarse incómodo y ambos odiaban ese ambiente cuando en antaño era la menor de sus preocupaciones. Así que Armin dijo:

—Parte del plan se basa en ese libro, ¿no? En el patrón para derrocar un gobierno.

—Es solo un libro —susurró ella—. Creer que se llevará a cabo con tanta facilidad es iluso. Además, con lo arraigadas que están las creencias sobre Eren como una especie de salvador...

—Imagino que sí. Pero un futuro como el de ese libro, ¿crees que podría llegar a pasar?

—Quiero creer que no —respondió, bajando más la mirada—. En una sociedad siempre vigilada, con regulaciones en las relaciones y en las posibilidades de trabajo sería un infierno vivir. Aun así, puede que después los gobiernos adopten ciertos dogmas.

—Comprendo. —Armin jugó con sus dedos y apretó los labios, nervioso.

Ella continuaba de pie frente a él y había cruzado los brazos, observándolo ahora como si esperara explicaciones. Sin embargo, él seguía sin comprender a qué se debía su frialdad.

—Fue una lectura interesante, aunque no era lo que espe...

—¿Viniste solo a hablar de eso?

—N-no, es solo que... —Armin se ruborizó, abochornado—. Pensé que podríamos hablar.

—¿Para qué? ¿Para que coloques tus excusas ridículas?

—¿Excusas? Yo no...

—Es que no te das cuenta del problema, aunque está frente a tu nariz. —Ella agitó la cabeza y le dio la espalda—. Y no puedes venir aquí y pretender que...

La chica se calló cuando vio la figura menuda de Annie, ataviada con un simple suéter marrón, aparecer por el pasillo que daba a la habitación de Connie. Annie pasó la mirada del uno al otro, impasible. Se acercó con la ligereza de un felino hasta detenerse frente a los dos.

—Ustedes dos deberían dejar de actuar como unos críos y hablar como adultos. —Se dirigió a (T/N)—. Que ustedes dos no estén en paz podría repercutir en la misión. Y, siendo sincera, Armin, ya estoy harta de tener que lanzarme en misiones suicidas y perder a mis amigos.

Un sitio seguro || Armin Arlert x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora