Capítulo XVI

686 84 4
                                    

Advertencia: Los eventos a partir de aquí ocurren después del final del manga. Así que son spoilers xD

:-:

A veces...

No, mentiría si lo redujera a un ambiguo "a veces", porque ocurría con más asiduidad de la que estaba dispuesto a aceptar, porque aún le dolía el pecho de solo evocar los escasos meses en los que estuvieron juntos.

Pero sí, solía —quizás sonaba mejor, aunque seguía siendo inexacto— rebuscar en sus bolsillos hasta reconfortarse en la tibieza de dos trozos de papel que parecían caerse a pedazos por tantas veces que los había doblado, porque se habían manchado con sangre y también mojado —no quería pensar en las asquerosas circunstancias en las que se habían empapado y que involucraba a uno de los últimos titanes a los que se había enfrentado—. Cuando veía su rostro sonriente, el brillo en sus ojos, cuando creía que su memoria fallaba en evocarla, su corazón se encharcaba en sus pies, se convertía en plomo y lo intoxicaba.

Después de todos esos años...

Después del Retumbar...

Después de ir a Amerya...

Después...

Después de buscarla hasta los confines del mundo, no la había encontrado, y nadie parecía conocer sobre su paradero. Y eso significaba una sola cosa en la nueva era destruida en la que estaban aprendiendo a renacer; pero él prefería atarse a la esperanza, como siempre lo había hecho.

—Quizás yo también debí decirte que te mantuvieras con vida —susurró mientras se apoyaba del barandal en proa que lo protegía de una poco agradable caída de varios metros hacia el mar.

—¿De nuevo viendo esa foto? —Jean se la quitó de las manos antes de que pudiera caérsele por la borda y le echó una rápida ojeada—. No creo que alguien como ella haya muerto, ¿sabes?

Armin hizo una mueca, como si la palabra "muerto" lo hubiera lastimado físicamente.

—Después de que nos contaras cómo es realmente, no puedo imaginármelo.

Armin soltó una carcajada descompuesta y midió su mirada con la de él.

—Si no la maté yo cuando destruí el puerto en Liberio, no hay modo de que hubiera sobrevivido al Retumbar.

—Eso es si estuvo en Marley. —La voz de Connie los sobresaltó—. Y, Armin, tú mismo dijiste que no había casi civiles cuando atacaste el puerto.

Hizo otra mueca y le arrebató la foto a Jean para guardársela en un bolsillo oculto dentro de la chaqueta. No le gustaba pensar en Liberio, en la masacre, en la sangre fría. No quería tener que vivir ninguna guerra más y, de hecho, tampoco quería que la siguiente generación lo hiciera.

—Eso ya no importa —dijo Armin, ignorando la mirada que compartieron sus dos amigos—. Nos estamos acercando a Paradis.

Jean y Connie observaron hacia el horizonte, donde empezaba a delinearse un pedazo de tierra que conocían bien. Los tres se quedaron ahí, parados, cada uno recordando los sucesos en todas sus vidas, en cada instante que los había llevado a sobrevivir hasta allí. Sin mediar palabras, afloró un sentimiento más profundo de camaradería, porque habían llegado allí juntos, pese a las inconmensurables pérdidas.

A pesar de que apenas podía distinguir las figuras delineadas bajo el sol, organizadas de tal forma que cerraban el perímetro del puerto a la isla, Armin comprendió lo que iba a ocurrir. Siempre buscaba ser optimista, con la esperanza a flor de piel, pero no era estúpido y podía vaticinar una causa perdida antes de que pasara a mayores. Por supuesto que tenía un plan de contingencia, uno del que no había hablado con sus amigos.

Un sitio seguro || Armin Arlert x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora