Armin se observó los dedos hinchados y se limpió los rastros de las lágrimas. La mano izquierda le dolía apenas la apoyaba en una superficie y, pese a que Gisela había hecho todo lo que podía, le daba la impresión de que las heridas se le estaban infectando. Al parecer, los antibióticos no eran algo que ella podía pasar en su botiquín.
Aun así, intentaba hacerse el fuerte y recabar información. De Hitch, que a veces tenía turno como su vigilante. De Gisela, que respondía cuanto podía con entusiasmo, pero se callaba aún más veces. De Elias, quien, al tercer día, descubrió que la lengua se le iba de más si Armin le daba un poco de lo que quería: su agonía.
Entendía la base del odio de los eldianos hacia él, cómo se había tergiversado la intención de Eren, pero no terminaba de comprender su obcecación. Elias pregonaba, como un sacerdote, una historia que no ocurrió de ese modo. Hablaba de palabras que Eren nunca dijo y daba significados a eventos que no lo tenían. El pueblo adoraba a Eren como un salvador, como debió haber sido con los Tybur cuando cesó la batalla entre Marley y Eldia. Lo tenían en un pedestal tan alto, que se les había olvidado que era un humano, que se había equivocado una y otra vez y que, en ocasiones, no comprendía por qué le ocurría tanta mierda.
Por supuesto que Armin era un traidor. Armin y sus amigos, que vendieron al pueblo de Ymir para vivir en las comodidades extranjeras. Pero Armin nunca lo sintió así, cada día extrañaba Paradis, su peculiar aroma, los colores de las personas y la forma de hablar. Extrañaba las celebraciones, los días festivos, cómo se podían alegrar por los logros de la humanidad cuando pensaban que solo eran ellos.
Su único deseo era que Paradis se empezara a relacionar con el resto del mundo. Armin pasó los últimos cuatro años intentando establecer alianzas con otros países, de modo que, cuando el régimen totalitarista de Paradis cayera, tuvieran apoyo externo capaz de menguar el descontento que surgiría en el grueso del pueblo. Quería paz, así fuera falsa, así fuera temporal. Quería que Paradis, que los eldianos, comprendieran que los derechos humanos de los que (T/N) alguna vez le había hablado eran tan suyos como del resto del mundo, que más derramamiento de sangre, olvidando que el enemigo también era humano, solo los hundiría en otra era de decadencia.
Mientras recalculaba cómo podía escapar, bajo la suposición de que los planos del calabozo no hubieran cambiado —y no lo habían hecho en los tramos que él recorrió—, apenas se percató del extraño, pero sutil, suceso que se aconteció en ese momento.
Gisela había entrado en su celda con permiso del soldado de turno. Se sorprendió al descubrir la expresión aburrida de Hitch. Por lo general, Hitch, Gisela y él nunca estaban en el mismo sitio, aunque la primera había insinuado que se conocían. Gisela tampoco estaba antes de la sesión diaria de tortura. Todo eso lo llevó a la conclusión de que quizás ese día sería importante.
—Viniste temprano —comentó Armin, notando el ligero respingo de la chica.
—Quería revisar sus heridas, señor Arlert.
Por primera vez, Armin notó un ligero tremor en sus manos que fue cediendo a medida que retiraba el vendaje. Gisela volvió a limpiar sus dedos con cuidado y aplicó una pomada. Luego volvió a vendárselos, aunque Armin sintió un objeto extraño al flexionar los dedos.
—¿Qué...?
Gisela saltó cuando un par de soldados abrieron la puerta de par en par para llevárselo. Armin se dejó hacer, pero reparó en cómo Hitch le guiñó un ojo, aunque disimuló el gesto con un bostezo desinteresado. O al menos una parte de él quiso creer que era así y que no estaba leyendo mal las señales que le enviaba el universo.
Lo condujeron por el pasillo principal de los calabozos, el que atravesaba todos los días. Sin embargo, en esta ocasión no hubo premura, o al menos así lo sintió Armin, porque el ritmo de sus pasos era el mismo.
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Un sitio seguro || Armin Arlert x Reader
FanficCuando Armin y sus compañeros deciden embarcarse al otro lado del mar para infiltrarse en Marley, Armin jamás imaginó que él, precisamente de todos, se perdería en el primer día. Aunque en sus planes no estaba terminar en una tienda como jamás la ha...