Capítulo XXVII

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Mikasa no podía quitarles los ojos de encima. Si bien ese era su hogar, sentía que cada vez que esos dos descubrían la presencia del otro en una estancia, se apoderaban de ella. Había algo vibrante en sus interacciones que la obligaba a convertirse en una feliz espectadora. Feliz porque la alegraba el brillo que se despertaba en las pupilas de (T/N), como cuando estaban en Marley, y adoraba las sonrisas fáciles de Armin, cómo parecía el chiquillo que se escondía en callejones para leer libros prohibidos mientras los enseñaba a soñar.

Pero Mikasa no comprendía la impresión de intimidad que sentía entre ambos. Apenas había visto a Armin tocar la mano de la chica, de resto solo hablaban y compartían miradas como si estuvieran rememorando alguna broma confidencial, pero habían creado un nexo que trascendía su entendimiento. Nunca creyó ver a su mejor amigo tan a gusto con alguien. Y eso también la hacía feliz.

Había notado ciertos patrones como la mirada atenta de (T/N) mientras Armin cocinaba, o que los dos, cuando era hora de dormir, se metían en la habitación de invitados, pero Armin siempre amanecía durmiendo en el sofá. Le causaba curiosidad comprender la forma en la que se comunicaban, pero Mikasa sabía que no podría hacerlo; el mundo resquebrajado que empezaban a enmendar no era algo que la admitía.

—Almorzaré con... —Mikasa presionó la canasta contra su pecho y se corrigió—: Almorzaré bajo las ramas de mi secuoya.

—Ve con cuidado —dijo (T/N), dedicándole una tenue sonrisa.

Armin la observó marcharse. Mikasa había construido su casa partiendo de la de los Jaeger. Tenía algunas modificaciones, pero el interior tenía un parecido indiscutible con la que él recordaba cuando eran pequeños. Se había asentado a las afueras del Muro María —aunque ya no había Muros—, al sur de Shiganshina. No tuvo que pasar demasiado tiempo allí para descubrir que el árbol en la pequeña colina en la que siempre quedaba rezagado no había sobrevivido a la primera ola del Retumbar, pero Mikasa había sembrado uno nuevo y pasaba el tiempo allí, junto a Eren.

—No tardé en descubrir lo que hicieron ustedes tres —dijo ella cuando pasaron un par de minutos después de la partida de Mikasa—. Mikasa no te hubiera perdonado si hubieras asesinado a Eren. No hubiera perdonado a nadie, pero era diferente si se trataba de ella.

—Yo solo quería protegerla y aprovechar la oportunidad para unir al mundo. —Armin bajó la cabeza—. No pensé que pudiera haber algo más allá... Que aún estabas tú.

—Pronto descubrirás que soy difícil de matar. No lo hice en Liberio y tampoco lo hubiera hecho en el Retumbar. —Se encogió de hombros.

—Yo... —Armin imitó su gesto, pese a que lo ponía nervioso recordar todos los sucesos de esos días—. Si no hubiera tenido el poder del titán, hubiera muerto muchas veces.

—A los inteligentes siempre buscan matarlos primero. De lo que me he enterado aquí es que eras bastante exasperante por tu mente aguda y creatividad.

—Sí, bueno... —A Armin lo atacó una risa nerviosa—. Me gusta creer que ayudé a las personas que me importan.

—Pero ¿cuál era el objetivo de Eren? —preguntó ella con interés—. No lo conocí demasiado, pero no me daba la impresión de querer dejar un mundo destruido para sus amigos.

—Eren... —Armin hizo una mueca, a veces le dolía mencionarlo y recordar las memorias desbloqueadas en los últimos momentos—. Eren, en su incansable búsqueda de la libertad, se esclavizó a ella y se ató a un destino indefectible. Como era portador del titán fundador y del titán de ataque, cuando tocó la mano de Historia, quien tiene sangre real, pudo ver retazos del futuro y se encadenó a este. Se convenció de que conseguiría la libertad, aunque fuera artificial, y que nos salvaría. Es irónico y cruel e injustificable, pero decidió eso él solo.

Un sitio seguro || Armin Arlert x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora