Capítulo VI

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Empezaba a comprender las costumbres de Marley, sus vestimentas y hasta el más básico de los saludos. Junto a Hange, era el que mejor se había adaptado a cada uno de los desfaces culturales y los años de atraso tecnológico, conductual y demás. Por eso había aceptado participar en un encuentro con la embajadora de un país lejano que tenía buenas relaciones con Hizuru, para aplacar los ánimos, también se reunieron con la presencia de Mikasa.

Emma, de Amerya, era una mujer de habla cuidadosa, que dejaba entrever muy poco sus emociones. Armin halló fascinante encontrarse con ella. Al igual que Hizuru, mostró interés por la piedra explosiva de hielo y sus aplicaciones como combustible en maquinaria menos pesada, había insinuado que se tratarían de máquinas para la vida diaria. Por supuesto, la conversación se balanceó más en la zona de conocerse y entablar una relación de confianza, más que en negociaciones de por sí; pero así era como Armin hacía las cosas. Sus métodos podrían parecer más lentos, pero eran efectivos.

Cuando se despidieron, Mikasa le preguntó a Armin si podían ir a comer helados en una heladería famosa. Fue incapaz de decirle que no, en vista de cómo Eren parecía más distante con todos y eso la entristecía. No se creía capaz de subirle el ánimo, pero quería intentarlo.

—Había tantos sabores —exclamó Mikasa, aturullada por la mirada insistente del dependiente cuando no conseguía decantarse por alguno.

—Por eso preferí pedir el de vainilla. He descubierto que es mi sabor seguro. —Rio Armin, notando cómo Mikasa balanceaba sus pies en la silla y cuestionándose si era irrespetuoso pedirle a ella que fuera por los helados cuando le había costado a él auparse en la silla.

—Espero que el de fresa sepa bien... Quizás debí hacer lo mismo que tú —susurró, insegura, como siempre que salían a las calles de Marley.

Mikasa parecía una niña que apenas descubría el mundo y la apabullaba la explosión de sensaciones.

—¡De no ser así, podemos ir a mitades!

La heladería estaba ubicada en una casa rústica en la esquina de una calle. Era lo más que se había adentrado en Marley, cerca de Liberio. Sasha, quien se propuso disfrutar de la gastronomía marleyana y Onyankopon que hacía bien en acompañarla, le había recomendado ese sitio a Mikasa luego de descubrir que los helados la habían fascinado. Habían decidido sentarse afuera porque hacía buen clima y Armin quería que Mikasa luciera su vestido y el sombrero de ala ancha que creaba filigranas de sombras sobre su rostro.

—Armin —llamó ella, jugando con las vetas de la mesa de madera redonda—, ¿es cierto lo que dicen Jean y Connie?

—... —Armin curvó una ceja—. ¿Qué dicen?

—Que estás saliendo con alguien de aquí —esclareció—. No es de mi incumbencia, pero me preocupa que pueda pasarte algo.

—Es de tu incumbencia, Mikasa —dijo con suavidad Armin—. No me molesta que preguntes porque, contrario a los demás, tú lo haces porque te preocupas por mí. Por supuesto, no digo que los demás no lo hagan, pero principalmente buscan una forma de tomarme el pelo. Ahora, respondiendo a tu pregunta, no estoy saliendo con nadie. Es solo que... —Armin sintió el corazón acelerándose y sus mejillas enrojeciendo al solo rememorar su sonrisa—. Es solo que, cada vez que la veo, creo que tiene la capacidad de hacer ma...

Armin parpadeó unos segundos de estupefacción porque su mirada divagaba por sus alrededores, nervioso, hasta que se encontró con unas límpidas pupilas, a unos cuantos metros, imitando su expresión anonadada mientras salía de la heladería. No pudo evitar repasarla de arriba abajo, agradeciendo cómo el cinto de la falda se ceñía a su cintura y lo hacía confirmar que era bonita y no era cosa de su mente sugestionada porque le parecía un tesoro en medio de tierras destinadas a ser un erial.

Un sitio seguro || Armin Arlert x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora