Capítulo XXXII

763 78 23
                                    

Había algo mágico en las mañanas. En despertar a su lado. En iniciar el día hombro con hombro. En escucharla cantar desafinado. En ayudarla a armar el pan y a adornar los postres. En impregnar del aroma de café toda la casa. De los besos suaves y de los apasionados. De las caricias furtivas. De las risas cómplices. De todo lo que soñó compartir con ella y lo que aún no descubría que quería compartir.

Por supuesto que no todo eran sonrisas, a veces discutían, se dejaban de hablar, a veces lloraban y se encerraban en sí mismos, pero al final del día, siempre se pedían disculpas. Cuando se trataba de ambos, se olvidaban del orgullo para preservar un sentimiento mucho más importante para ambos.

Así que ahora Armin podía asegurar que mucho más allá de las altas murallas de Paradis había conocido lo maravillosa que podía ser la cotidianidad, repleta de pequeñas sorpresas y recuerdos que esperaba que se quedarán impregnadas en su retina y también en su alma para alcanzar otra vida.

Aunque esa mañana resultaba más ajetreada de lo normal. (T/N) se despertó temprano, sin hacer ruido, mientras dejaba a Armin descansar porque se había quedado hasta altas horas trabajando en la biblioteca de la ciudad. Así que cuando Armin se despertó, la casa estaba impregnada del sutil aroma del pan horneado y el café preparándose, lo que lo impulsó a empezar su día con entusiasmo por todo lo que vendría.

La encontró en la sala, mordisqueando una pera y leyendo uno de los muchos libros que habían empezado a reunir para crear una minibiblioteca construida por ellos mismos, disfrutando de ser capaces de crear algo con sus propias manos. La luz del sol bañaba su piel y Armin se descubrió perdiéndose en la figura que el camisón dejaba entrever.

Carraspeó con sutileza para después desviar la mirada. Sin embargo, quiso estallar de felicidad cuando ella le sonrió como si no hubieran estado viéndose todos los días de los últimos dos años.

—Buenos días, Armin. —Cerró el libro y extendió su mano para que se acercara, aunque se sorprendió cuando Armin la tomó y se la llevó a los labios para besarle cada nudillo.

—¿Dormiste bien?

—¡Sí! Aunque estoy un poco ansiosa. —Le hizo espacio en el sillón y Armin se sentó en el borde, delineando con sus dedos el largo de su pierna—. Por fin podré conocer al famosísimo Capitán y me gustaría volver a ver a Falco... Quisiera contarle algunas cosas de su hermano. Pero me entusiasma más conocer a Levi por todas las anécdotas que han contado. Además, quiero enseñarle a Gisela... —Se detuvo cuando sintió los labios de Armin acariciar su cuello, la tenue respiración cosquillear sobre su piel y su mano perdiéndose bajo la falda. Su cuerpo se estremeció, pero se alejó suavemente con las mejillas ardiendo—. Si haces eso, no me darán ganas de recibir a nadie hoy en nuestra casa.

—Me tientas —susurró contra su boca antes de depositar un beso prolongado que pareció arrebatarles el aliento—, pero está bien. Aunque siento que hoy te ves más bonita de lo usual.

—Siempre dices eso. —Se rio ella, tomando su mano y besando la palma, disfrutando de cómo Armin enrojecía—. Pero tampoco quiero que se me queme el pan y deberíamos desayunar apropiadamente. Además...

Armin permaneció a la expectativa de lo que diría, pero ella negó suavemente con nerviosismo. Se puso en pie y dijo:

—No es nada. Mejor acompáñame a terminar el desayuno.

Armin aceptó, intrigado, pero su curiosidad se esfumó pronto a medida que la mañana avanzaba y ambos se ocupaban en sus actividades diarias, orbitando alrededor del otro, pero concentrados en sus respectivas tareas. Sus invitados llegarían pronto y a Armin también lo entusiasmaba ver a sus amigos después de tanto tiempo. Extrañaba a Mikasa y a Jean. En esa ocasión, Reiner y Pieck no acudirían para quedarse a cargo de Paradis junto a Historia. Connie había dicho que llegaría temprano para ayudarlos y poder hablar como en los viejos tiempos. Pero, sobre todo, a Armin lo entusiasmaba la idea de enseñarle a Mikasa cuánto había cambiado el mundo.

Un sitio seguro || Armin Arlert x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora