Capítulo XXIII

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Armin pasaba la mirada de uno a otro. Lo cierto era que todos lucían incrédulos por haber conseguido llegar allí, a Paradis. Sin embargo, fue Jean el que terminó por romper el silencio para envolverlo en un abrazo.

—Me tuviste preocupado —admitió.

—Supongo que los primeros días no te dieron el mejor de los tratos —agregó Pieck, quien no podía apartar los ojos de las vendas cubriendo la mano izquierda del chico.

—Tenías razón, Annie —dijo Armin con una sonrisa de disculpas—. Mi plan inicial era un suicidio.

—Eso hasta tú lo sabías —repuso Annie mientras miraba sus rededores—. Aunque era de suponerse que no todos estarían a favor del régimen de los Jeageristas, me sorprende lo organizados que están.

—Es cierto. —Asintió Reiner—. Me hace creer que podremos salir adelante con un buen plan.

Armin agitó la cabeza y todos los miraron con dubitación.

—Ya han hecho un plan y lo están llevando a cabo.

Les contó lo poco que sabía. Jean y Reiner se mostraron entusiasmados por la idea, pero a Annie y a Pieck no les terminaba de convencer los escuetos bosquejos del plan. Por su parte, Armin estaba parado entre ambas posiciones porque le gustaba seguir pasos concretos hacia un plan y lo poco que sabía al respecto parecía más bien un cúmulo de ideas sueltas. Sin embargo, quería confiar en las mujeres que encabezaban la operación porque las conocía y sabía de lo que eran capaces, si él era un peón en sus estrategias, se dejaría a su merced.

—Imagino que querrán que descansemos un poco más para ponernos en acción... La situación no es tan apremiante como pensábamos al inicio, así que...

Armin se calló cuando todas las miradas se posaron en la persona que había entrado a la sala de la casa que les habían dado —aunque Armin seguía quedándose con Gisela— para que se hospedaran esos días. La chica pasó su mirada nerviosa de unos a otros, con una canasta cubierta colgando del brazo.

—Pensé que podrían tener hambre —dijo Gisela—. La señorita Brzenska me dijo que habría una reunión en la noche y que debían estar presentes.

—Ah, al parecer no nos dejarán descansar —repuso Pieck con tono bromista mientras se acercaba a la chica y le sonreía para tomar uno de los panes en la canasta.

Gisela pareció encogerse en su sitio cuando Jean y Reiner, que eran no el doble, sino el triple, de su tamaño se acercaron para ayudarla a disponer todo sobre la mesa. Armin se compadeció de la chica y la invitó a que pasara.

Cuando vio el pan, el queso, los embutidos y las mermeladas, Armin tuvo el impulso estúpido de creer que (T/N) los había preparado. Sin embargo, con el primer mordisco supo que no era así y la decepción hizo que la comida le pareciera desabrida, pese a que sus compañeros comían con entusiasmo. Los acompañó por deferencia, mordisqueando el pan con forma de medialuna mientras Jean lo molestaba con que se iba a comer su ración, cosa a la que Armin terminó cediendo sin mucho entusiasmo.

—Al fin una buena comida después de estos días —celebró Reiner, estirándose.

—Y creo que algunos deberían bañarse —dijo Annie con tal seriedad que Reiner se coloreó—. Tomaré el primer turno, si no les importa.

Armin la observó marcharse. Según lo que Jean le había comentado, Annie y (T/N) se habían conocido y ese hecho lo había puesto incomprensiblemente nervioso.

Annie le había confesado sus sentimientos por él unos cuantos meses después del Retumbar. Por supuesto que Armin se percató de sus sentimientos, de la forma que lo veía y también que buscaba su compañía, pero prefirió fingir que no se enteraba de nada para posponer lo inevitable.

Un sitio seguro || Armin Arlert x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora